ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 40

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-ᴇsᴇ ᴄʜɪᴄᴏ sᴏʏ ʏᴏ-

LORELEY

Tan sólo vi cuando mi hermano recibió un golpe y su cuerpo cayó al suelo. Eso me puso tan alterada y me hizo explotar como no lo había hecho en todo el mes que estuve intentando curar mis heridas.

Miré al tipo que se le había ocurrido lastimar a mi hermanito y lo empujé lo más fuerte que pude.

―¡Oye tú! ―mi lengua se trababa―. Tú no le pegas a mi hermanito menor, es un niño, no puedes hacerle―mi voz sonaba para morirse de risa, ese tipo no iba solo, lo acompañaba su gemelo ¿O estaba viendo doble?

Arnau se incorporó sin perderme de vista y de inmediato noté que la comisura de su labio estaba roja.

Volteó a ver al tipo que lo había golpeado y a su gemelo.

―¿Quién te crees que eres imbécil? ―gruñó.

Puso su puño bien firme para devolver el golpe y miró de frente a sus contrincantes, pero en ese momento una señorita se interpuso entre ellos y mi hermano paró el golpe en seco.

―Tú... ¿Eres Amelia?

―Lo siento mucho Arnau..., supongo, esto es un malentendido, solamente veníamos a ver a tú hermana y..., será mejor que te disculpes Dante.

Casi se le cae la mandíbula a mi hermano y volteó a ver a los gemelos que tenían la misma cara de impacto.

―Así que tú eres Da...

―No hermanito, no te metas en la plática de los grandes ―hipé―. A ver usted..., ustedes ¿Qué problema traen con mi hermanito?

No distinguía bien los rostros.

―Loreley, soy yo ―el tipo me miraba y parecía que quería sostenerme por los hombros, pero mi insistente vaivén no se lo permitía.

―No sé quién eres y no se puedes meterte con menores...

―Ya no soy menor Loreley ―protestó mi hermano.

―Tú, no te metas ―lo señalé y luego seguí apuntando al tipo aquel―. Y tú ¿Sabe qué? me recuerdas a un imbécil que conocí en la ciudad ―hipé nuevamente―, ese imbécil nunca me entendió y me hizo trozos el corazón, por eso me caes muy mal.

Alcé mi mano para meterle tremenda bofetada al desconocido que hizo que mi mano ardiera como si hubiera golpeado una piedra.

―¡Así aprenderá!

―¡Lory! ―gritó mi hermano y me sostuvo―. ¡Él es el imbécil del que hablas!

Volteé a mirar a Arnau y parpadeé los ojos.

―Eres un tonto Arnau, no es justo que me hagas esa broma y casi en navidad..., te compré un bonito regalo, idiota ―me puse a llorar y seguí sin creerlo hasta que escuché con claridad esa voz.

―Tú hermano tiene razón.

Abrí los ojos y volteé hacia el tipo que sobaba su mejilla; tallé mis ojos y observé bien otra vez y si, era Dante.

¡Era Dante! En verdad era él.

Ese instante basto para sentirme el doble de mareada y caer desmayada.

DANTE

Aunque mi Ferrari no era lo suficientemente cómodo para una persona desmayada, como pudimos logramos poner a salvo a Loreley.

Como una forma de disculpa le permití al hermano de Loreley conducir de camino a su casa y a su lado iba Amelia mientras que en el asiento trasero íbamos Loreley, yo y un par de bolsas de supermercado.

Dante entre pacto y éxtasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora