ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 5

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-ᴛᴏᴍ ᴄᴏʟʟɪɴs-

DANTE

No pude concentrarme en todo el día, mi mente estaba inundada de Loreley: su cuerpo, sus sonidos, sus movimientos, todo lo que había hecho conmigo y la forma en que me había hecho sentir.

Ni bien dieron las cinco de la tarde tomé mis cosas y salí de las oficinas sin despedirme de nadie, me urgía llegar a casa.

Cuando abrí la puerta del departamento lo primero que noté fue el plato vacío donde había dejado el par de tostadas para Loreley y a un lado la nota con una respuesta.

Heavenly Club nocturno ―leí en voz baja.

Tomé el papel con ambas manos y me avente en la cama que estaba perfectamente tendida mientras sonreía como un tonto.

Y no era para menos porque justamente el lugar donde Loreley trabajaba era ni más ni menos del antro-bar para el cual íbamos a crear el nuevo diseño en mi empresa.

«¿Era nuestro destino encontrarnos?» pensé.

Estaba deseando más que nunca que llegara el viernes para poder ir a conocer el lugar tal como había dicho Renato y con mayor razón si ella iba a estar ahí.

Pero... ¿Quería esperar? Si ya nos habíamos encargado Loreley y yo de sabotear al destino y cruzar nuestros caminos antes de tiempo ¿Por qué había de esperar?

Parecía un tonto meditándolo con tanta conciencia como si la vida se me fuera a ir en esa decisión, aunque no tenía ni una semana de conocerla.

Aunque después de la noche que tuvimos... ¡Demonios!

Necesitaba volver a sentirla de esa manera, abrazarla, pedirle que fuéramos las personas más unidas de la humanidad sin serlo a la vez..., reírme con ella y no, no es porque estuviera enamorándome o algo así y para poder comprobarlo decidí esperar hasta el viernes de la reunión.

Renato, mis compañeros de trabajo que estaban interesados en la cuenta y yo nos quedamos de ver frente al establecimiento.

Como siempre, había un par de hombres parados frente a la puerta organizando una enorme fila y Renato se acercó a ellos muy formal explicando que su jefe no esperaba.

Uno de los hombres con su cabello rapado en forma de balón de futbol y una cara de mafioso mirando con esos ojos que paraban balas y tomó su walkie talkie, dijo algo entre balbuceos que se perdían con la música y las palabras en el aire de la gente que estaba alrededor.

No paso un minuto para que nos permitiera pasar cuando una despampanante mujer de cabello azul y un vestido pegado al cuerpo con lentejuelas plateadas, salió y se acercó al grupo

―¿Renato Gatti? ―preguntó mirándonos a todos.

Renato se le acercó y le extendió un saludo―. Mucho gusto. Renato Gatti... ¿Tú eres...?

Ella lo miró de pies a cabeza antes de contestarle.

―No importa. El jefe los está esperando.

Todos fuimos tras la chica y para no perder la costumbre, lo primero que me llego al cerebro fue la música retumbando por todo el lugar y para ser tan temprano el recinto estaba bastante lleno.

Al frente se distinguía un escenario tapizado de azulejo negro y brillante, donde se veía al DJ hacer la fiesta con sus mezclas a todo lo alto.

Y mientras perseguía a mis compañeros que se abrían paso hacia las codiciadas mesas VIP, comencé a buscar las barras.

Dante entre pacto y éxtasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora