ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 6

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-ғʀɪᴇɴᴅʟʏ ʟᴏᴠᴇʀ-

DANTE

Entre detrás de Loreley y cerré la puerta. Estaba un poco nervioso, no lo voy a negar y no era porque jamás hubiera estado con alguna otra mujer, pero Loreley era tan diferente a todas las mujeres con las que había estado que me hacía sentir como un novato de nuevo.

Ella me miró y frunció el ceño.

―De verdad no te ves muy bien Dante. Sera mejor que me vaya por esta noche.

¡Maldito infierno! Ella lo estaba mal interpretando, pero después de lo que le dije en elevador no era como que pudiera echarme para atrás y decirle que ella me ponía nervioso.

Intentó esquivarme para poder salir, pero la detuve sosteniéndolo de la ropa y volví a tomar valor para poder besarla y arrinconarla contra la pared.

―No te vayas. No es necesario que tengamos sexo esta noche ―sus ojos me miraban de una manera muy hermosa―. Y si tú quisieras bueno..., aprovechando que ya estás aquí podrías quedarte a dormir.

Sonreí y miré a la cama.

―¿Sólo dormir? ―la vi fruncir su ceño en gesto de duda.

―Sí, si Loreley, te puedo prestar mi cepillo de dientes y un pijama, nos quedamos platicando un ratito y luego dormimos. No quiero que pienses que solamente me agradas para tener sexo.

Esperé una respuesta, pero ella solamente dio la media vuelta y acomodó sus cosas sobre la mesa.

―¿Y de qué podemos hablar? ¿Seguro que no estás cansado? El rostro se te ve...

―Malgastado ―interrumpí―, lo sé.

―Exactamente.

Loreley camino hasta la cama y se acostó en ella, yo la seguí y me senté a su lado.

―Para ser sincero no fue la bebida o el trabajo lo que me ha estado quitando mis noches de sueño..., más bien lo que me tiene así eres tú.

Recargue mi cabeza en una de las almohadas con un poco de vergüenza, pero sin dejar de mirar a Loreley que tenía la boca entreabierta debido a mi confesión.

―Cielos es... ¿Es por lo que te dije la otra noche?

―Por eso y mucho más ―admití.

Ella no respondió nada y tampoco me miró, solamente se hinco frente a la ventana y comenzó a bajar las cortinas.

Cuando terminó comenzó a quitarse los zapatos, luego le siguió la chaqueta, el pantalón y soltó su cabello.

Volvió a acostarse y recargo su cabeza sobre mis piernas.

―Bueno... ―comenzó a juguetear con uno de los botones de mi abrigo―, también tengo que admitir que algo de eso me ha estado atormentando los últimos días.

―¿Ya te arrepentiste? ―pregunté rápidamente.

―No lo he hecho Dante ―me sonrió, pero parecía muy forzado―, aunque si queremos seguir con esto tenemos que resolver algunas cuestiones.

Su rostro se volvió serio y me miro fieramente a los ojos. Al parecer iba bastante en serio con esa charla.

―Está bien ―sonreí otra vez como un tonto, pues era lo único bien que me salía bien frente a ella―. ¿Qué quieres saber?

Loreley se levantó y me tomó de la ropa para ayudarme a levantarme y comenzar a quitármela.

―¿Somos amigos?

Dante entre pacto y éxtasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora