ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 8

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-ᴘᴏʀɴᴏ ʏ ʀᴏᴍᴀɴᴄᴇ-

DANTE

Cuando desperté ya eran las nueve de la mañana y un hilo de luz de sol que se había colado pegaba frente a mis ojos así que fue inevitable.

Me levanté y abrí un poco más la ventana, volteé a ver a Loreley y al parecer ninguno de mis movimientos hizo que se despertara.

Me puse la ropa, lave mis dientes, lavé mi rostro y cuando me mire al espejo no reconocí mi mirada, estaba sonriendo como un tonto.

Mientras Loreley dormía me decidí por hacer el desayuno para que estuviera listo en el instante en el que ella despertara justo como en las películas.

Preparé panqueques y mientras un par de ellos se cocinaban saqué el frasco de miel, el de crema de avellanas y mermelada frambuesas, después acomode los platos, un par de vasos y los cubiertos.

Del refrigerador saqué la leche chocolatada y por si acaso puse agua a hervir para café o té.

Todo el lugar olía a mantequilla y me asome de la cocina para ver si con el olor tan apetitoso ella despertaba.

Estaba funcionando porque la vi moverse y estirar un poco el cuerpo, así que apure mis manos y arregle los últimos detalles del desayuno.

Loreley se incorporó. Las sábanas apenas cubrían la mitad de su cuerpo, su cabello le cubría parte de su espalda y una pequeña parte de sus senos, parecía que en los primeros se había olvidado que había dormido en mi casa y miró hacia todos lados hasta que volteo a la cocina y me encontró.

Sonrió y sus tenían un apetitoso color cereza rojos mientras que sus ojos redondos y hermosos color chocolate se unieron con la luz del sol para hacer juego.

―Buenos días niño bonito ―pronuncio. Comenzaba a gustarme que me llamara así.

―Te preparé el desayuno ―señalé sin dejar de mirarla.

―¿Cómo en las películas? ―comenzó a reír ella y le seguí el juego para disimular que me había sorprendido que pensara lo mismo que yo―. Pero ¿Podría ducharme antes? –la escuche decir.

―Después de desayunar, si no se va a enfriar y cuando terminemos si quieres, podríamos ducharnos juntos.

La miré, al principio la note sorprendida y luego volvió a ser risueña y aceptó mientras movía la cabeza afirmativamente; busco sus bragas, tomo su playera del suelo y se las puso, acomodo su cabello de lado y sin más ni menos se sentó frente a la barra.

―Un vaso de agua por favor.

Le di lo que pedía y luego me senté a un lado de ella.

―Estoy hecha un asco ―la escuché decir y me reí mientras la miraba beber el líquido de un solo trago y verter la leche chocolatada sobre mi vaso y luego el suyo.

La observe poner mermelada y crema de avellana a cada uno de los panqueques de su plato y probo el primer bocado.

― ¡Mmm! Rico. Tenía un montón de hombre.

Sonreí y también preparé los míos mientras ella tomaba un sorbo de su leche y también me miraba.

―¿Lo hiciste pensando que podías verte tan genial como en las películas?

―Claro que no ―mentí y seguí masticando.

―Menos mal... ―Loreley suspiró y luego se metió un bocado más―, las películas están maleducándonos en el amor.

―Sobre todo las películas de romance. Hacen creer a las mujeres que todos los hombres vamos a llegar con un ramo de flores a casa y que absolutamente todo lo que "intuyen" es real, que iremos y organizaremos a todo un centro comercial para una pedida de matrimonio y que nos enamoramos en un par de días solo porque nos perdimos en un pequeño viaje o en un encuentro en un país romántico y lejano.

Dante entre pacto y éxtasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora