ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 7

12K 640 34
                                    

-ᴘʀᴏғᴜɴᴅᴏ ʏ ᴀᴄᴏɢᴇᴅᴏʀ-

LORELEY

La suave lengua de Dante lamiendo mis pezones era como una varita mágica.

Jamás había sentido esa clase de magia en mi cuerpo, un dulce cosquilleo que electrificaba mi cuerpo entero y yo sabía que ese era uno de mis puntos débiles lo había descubierto desde hace mucho tiempo, pero ningún hombre le había puesto tanta atención.

¡Bendito cielo! Incluso sentía que me iba a venir, pero eso era una locura ¿verdad? Nadie podía tener un orgasmo con los pezo...

-¡Aaaaaahhhhhh!

Enrede mis dedos con fuerza en el cabello de Dante al sentir cada parte de mi cuerpo sucumbir ante el placer y un montón de sentimientos invadieron mi mente.

No podía recordar cuando fue la última vez que sentí esa clase de placer, una extraña de sensación de felicidad recorría mi cuerpo y sé que va a sonar extraño, pero también me hizo sentir triste.

¿Por qué Samael jamás me había hecho sentir así? ¿Cómo podía seguir sintiendo tanto por él cuando solamente me había provocado dolor?

Sin poder evitarlo comencé a llorar y aunque quise contener las lágrimas para que Dante no se diera cuenta él se acercó apresuradamente a mi boca y me besó.

Intenté limpiar mi rostro antes de que él pudiera notarlo, pero fue en vano. Lo sentí rosar mis pestañas húmedas con las yemas de sus dedos.

―¿Por qué lloras? ―preguntó―. ¿Te lastime?

―No estoy llorando ―quise disimular, pero incluso mi voz me delataba.

―No me mientas, se te nota en el cuerpo, aunque lo hagas en silencio el pecho te salta y puedo sentirlo. ¿A caso fui tan rudo?

―Todo lo contrario... ―respondí avergonzada.

―¿Quieres que hablemos de esto?

―No es nada Dante, déjalo ya ―comencé a enfadarme.

―Pero si hice algo mal o te lastime lo necesito saber.

―No te preocupes, esto no fue por ti.

Lo sentí incorporarse en la oscuridad, mientras seguía tomando mi rostro.

―Es un poco doloroso ¿Sabes? Se supone que somos amigos.

―¿Y eso que tiene que ver?

―Es una ley mundial. Los amigos siempre te dan su hombro para llorar cuando lo necesites. Además, si vamos a hacer esto quiero que seas completamente feliz cuando estemos follando.

Había algo en Dante que ofuscaba mi enojo así que me incorporé y lo abracé.

―Lo lamento ―me rendí―. Estoy llorando porque te elegí Dante, así que está prohibido hablar de eso, te lo acabo de decir.

―Ya te arrepentiste ¿verdad?

―Por supuesto que no. Apenas te conozco, pero creo que eres una de las mejores personas con las que me he topado ―acepté.

―Gracias, pero de cualquier forma promete que si hay algo que no te guste o te llegó a lastimar me lo vas s decir enseguida ―exclamó con tono serio.

―Te lo prometo.

Volví a abrazarlo con un poco más de fuerza y él acarició mi espalda; eso me gustó muchísimo.

―¿Deberíamos volver a intentar dormir? ―me preguntó.

―Eso me gustaría mucho, pero lamentablemente el sueño se me espantó por completo.

Dante entre pacto y éxtasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora