ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 28

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-ᴠᴇʀᴅᴀᴅᴇʀᴏs sᴇɴᴛɪᴍɪᴇɴᴛᴏs-

LORELEY

Samael me soltó y hubo un pequeño instante de shock, pero inmediatamente reaccioné y corrí todo el pasillo hasta las escaleras, las bajé y entré a lo que por simple vista había percibido era el baño.

Me encerré e intenté tranquilizarme, arreglar mi maquillaje otra vez. Cuando salí y fui directo a la sala ya no había nadie, todos estaban en el enorme patio trasero donde en medio se posaba un enorme árbol al que le colgaban linternas de papel.

Busque a Dante con la vista y fui hacia él, quería besarlo, quería abrazarlo, que mi hiciera suya para quitarme ese trago amargo, pero él estaba en la mesa jugando con su padre, sonriendo, iluminando la vista con esa energía especial y maravillosa que cargaba.

Busqué de nuevo y vi a Samael que ya se encontraba sentado junto a la hermana de Dante cubriendo sus ojos con sus lentes oscuros de nuevo.

La señora Reina se acercó a mí y me tomó del brazo, sentí miedo de pensar que ella había notado todo, pero me recibió sonrientemente.

―¿Está todo bien? Te vez un poco nostálgica querida.

―Es que... nunca había visto a Dante así.

―Eso es gracias ti ―también se le quedo mirando con nostalgia―. Nosotros tampoco lo habíamos visto tan radiante. Hasta su padre lo siente ―hubo silencio, pero no fue incomodo y ambas nos volteamos a ver―. Toda la vida ha sido un chico maravilloso, pero nunca ha sido de muchas novias y las pocas que ha tenido son sólo humo desapareciendo en la nada, pero contigo es diferente, presiento que al fin se ha enamorado.

Dante había mentido sobre haberse enamorado antes y eso me ponía más difícil decirle la verdad sin imaginar que probablemente lo iba a destrozar por completo.

De nuevo el nudo se me hizo en la garganta, pero intenté tragarlo, miré a la señora y me ofrecí a ayudarle a hacer los demás preparativos para la parrillada.

La mesa me quedó fantástica y también ayudé con la ensalada de papa.

Después del triunfal juego que Dante había tenido contra su padre, no se separó de mi lado en todo el día y aunque me sentía feliz si volteaba hasta la esquina donde Samael se había sentado, podía sentir que su coraje se clavaba en mi corazón y preferí no volver a mirarlo el resto de la velada.

Por eso de la media ya todos se estaban retirando a dormir. Dante y yo ayudamos a lavar los platos y después nos fuimos a nuestra recamara.

Dante se recargo sobre la puerta y se me quedo mirando, iba a decir algo, pero no se lo permití pues inmedi6 comencé a desvestirme frente a él.

No habíamos estado juntos desde su accidente y la verdad era que tenía muchas ganas de que me hiciera el amor y por su mirada se notaba que él también lo deseaba, pero fui lenta y cuidadosa en que notara cada detalle de la forma en que me iba desnudando hasta que al fin quede en ropa interior.

Bajé los tirantes de mi sostén transparente uno por uno mientras alzaba la comisura derecha de mi boca en una seductora media sonrisa y dejé que los tirantes quedaran desvanecidos sobre mis brazos.

Al fin me acerqué a Dante con pasos muy lentos y mordí mis labios cuando estuve frente a él, parecía que iba a besarlo, pero solamente lo tente y sonreí al notar que había caído en mi trampa.

Él también sonrió y se quitó la estorbosa protección de la mano para inmediatamente desabrochar su camiseta, aunque era un poco más difícil y se notaba que comenzaba a desesperarse así que con una sonrisa lo hice a un lado y lo ayudé a desvestirse.

Dante entre pacto y éxtasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora