ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 1

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-ᴅᴇsᴛɪɴᴏ ᴀ ᴏsᴄᴜʀᴀs-

LORELEY

Esa noche por vez primera fume una cajetilla de cigarros entera aunque con el segundo cigarro había bastado para saber que no quería más.

Seguía desnuda en su vacío departamento y las velas ya se habían consumido desde la noche anterior, cuando él llego con ese enorme ramo de flores rojas para mí.

Tenía tanto frío, mis pezones me lo decían a gritos y mi espalda recargada sobre el vidrio de la ventana grande donde quien sabe cuantas personas en la ciudad habrían visto las cientos de veces que follamos frente a ella.

Ahora ni si quiera tenía alguna sabana con la que taparme, él se la había llevado con todo y su coraje contra mi, o tal vez la tristeza e incluso hasta repulsión después de saber lo que le hice.

Cerré los ojos y entre lagrimas intente recordar todo con claridad, la primera vez que lo vi con esa luz que brillaba en él como si fuera un ser mágico y las cosquillas que me hizo sentir por todo el cuerpo, hasta el momento en que sus manos me tomaron por primera vez.

Fue en febrero, me acuerdo porque todavía hacía un poco de frio pero los corazones y motivos del amor y la amistad ya estaban por todas partes; ese día no llore y tampoco intente autosabotearme como era mi costumbre.

En cambio Amelia, ella si que había llorado como una loca ese día; su novio la había botado de la casa que compartían juntos, decía que estaba harto de las fiestas y la vida "falsa" que llevaba mi amiga. Ella estaba furiosa y no era idiota, a su ex poco le importaba si a ella se le echaba a perder el hígado o los pulmones, lo que pasaba es que él había encontrado a alguien más "correcto" si saben a lo que me refiero.

―Ya no llores..., ―intenté consolarla desesperada, en un rato tenía que irme a trabajar y no quería dejarla así.

―A ti no te corrieron de tu casa ¿y sabes? ambos rentamos ese lugar, esa casa era tan mía como suya -las lágrimas le brotaban una tras otra.

―Pero este departamento es mucho más bonito que el que compartías con ese cretino y además es más caro y mira la vista, es preciosa.

Ambas nos quedamos calladas mirando los carros tras la enorme ventana y aunque era un poco ruidoso la zona no estaba nada mal.

De pronto mi mirada se detuvo en un hombre que iba entrando al edificio.

Bueno, la vista havia mejorado considerablemente; él chico estaba bastante guapo y se notaba que tenía buen gusto para vestir, el traje que llevaba le quedaba tan perfecto al cuerpo que no era difícil adivinar lo que había debajo de él.

―Y tienes vecinos guapos, seguramente te encuentras a algún buen partido aquí.

Suspire una vez que lo perdí de vista y volteé a ver a mi amiga.

Ya estaba anocheciendo y tenía que ir a trabajar al bar a hacer bebidas, dar las cervezas y limpiar las mesas, o si no nunca podría ir a Francia a buscar a la persona que realmente me importaba, el amor de mi vida.

Amelia me miró con los ojos hinchados, el rímel corrido y haciendo un puchero.

―¿En verdad tienes que irte?

―Tú sabes que sí. El dinero no me va a caer del cielo.

―Esta bien, te lo voy s pasar pero a cambio quiero esa falda que traes puesta ¡Dámela! ―me guiño el ojo, no pude evitarlo me eché a reír y ella también.

―No puedo dártela ahora, no soy tan valiente para salir con encaje a la calle ―le seguí el juego

Se hacerco a abrazarme.

Dante entre pacto y éxtasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora