ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 32

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-ɴᴏᴄʜᴇ ᴅᴇ ᴘʀɪɴᴄᴇsᴀ-

LORELEY

No se lo había contado a Dante, pero desde un par de semanas atrás cada madrugada Samael había estado llamándome a mi teléfono.

―¿Buenas noches? ―contesté de mal humor la primera vez que sucedió, esas no eran horas para una llamada telefónica.

―Soy yo ―le escuché decir y me congele al reconocer mi voz ¿Cómo había conseguido mi número personal?―. No terminamos de hablar la otra vez, Loreley.

―E-Es que..., no hay nada de qué hablar Samael ―mi respirar comenzó a alterarse.

―¿Por qué? ¿Porque te regalaron un anillo caro y te dijeron cosas bonitas? Ese estúpido anillo no es nada, yo te puedo comprar uno más bonito.

¿Cómo se atrevía a hablar así? Estaba felizmente dormida ¿Y el muy idiota solamente me había despertado para eso?

Mi silencio lo dijo todo, estaba enojada, frustrada, desilusionada ya no quería gastar más energía intentando hacerlo entender algo que él jamás entendería: yo ya no lo amaba.

―¿Sigues ahí? ―me buscó.

―Voy a colgar ―advertí. Estaba a punto de hacerlo, pero lo que dijo me detuvo.

―Estuvimos a un paso del altar ―¿De que hablaba?―. Yo..., estaba punto de dar el sí cuando ella me sonrió y entonces me di cuenta que esa no era la sonrisa que quería ver el resto de mi vida ―su voz se agazapo―, lo primero que vi en mi mente fue a ti.

―Demasiado tarde ―contesté sin basilar―. La promesa se rompió, ya te lo he dicho, me entregue a Dante completamente y yo a comparación de ti no doy marcha atrás.

―Lo sé ―contestó Samael con un tono seco―, mi recamara estaba a lado de la suya y esa noche fue un tormento escuchar cómo es que el imbécil de primo te estaba follando.

Me puse de un rojo exuberante y agradecí que nadie estuviera mirándome en ese momento.

―Entonces si ya te quedo claro no hay más que decir.

Colgué él teléfono, pero las llamadas no cesaron.

Había noches que las escuchaba, pero apagaba el teléfono e inmediatamente comenzaba a sonar el teléfono de la casa por lo que Amelia se levantaba y le mentaba la madre a rienda suelta.

No quería molestarla a ella también y por eso decidimos cortar la línea para siempre y yo silenciar mi teléfono sobre todo cuando pasaba las noches con Dante o él iba a dormir conmigo.

Por eso cuando Samael le llamó aquella noche me llevé un susto terrible y no había podido estar tranquila desde entonces, tenía miedo de que soltara la boca y sobre todo porque ya que estaba más obligado a ir a la inauguración del bar.

Seguramente no me sentiría así si ya le hubiera contado la verdad y se me hacía un nudo en el estómago de sólo pensar que había estado a punto de confesarle porque había comenzado a acostarme con él en primer lugar, sobre Samael y la increíble coincidencia de que él hubiera terminado siendo su primo.

Pero mi cobardía me lo impedía absolutamente.

Al poco rato escuché mi teléfono sonar y al contestar Dante me imploró que bajara a verlo lo más pronto posible con una voz muy seria ¿Y si Samael ya había abierto la boca?

Cuando abrí la puerta lo encontré en medio de su sala donde había puesto su espejo de cuerpo completo mientras se probaba un traje. Se veía guapísimo.

Dante entre pacto y éxtasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora