ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 20

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-ʟᴀ ᴇsᴘɪɴᴀ ᴅᴇʟ ᴍɪᴇᴅᴏ-

LORELEY

Escasos minutos pasaron cuando el guardia salió. Su nombre era Darío.

―¿Qué paso? –se nos quedó mirando asustado, incomprendido la situación. Recogió un ramo de flores y se las dio a Dante, yo seguía llorando, sosteniéndome fuertemente de él.

―No estoy seguro, pero creo que un acosador vino a molestarla, lo vi haya adentro hace rato y hará menos de un minuto que choque con él.

Sentí como si me hubiera golpeado él alma al escuchar a Dante decir que lo había visto..., a Samael.

―Iré a buscar a ese cretino. Dan, tú llama a la policía y esperen aquí ―se apresuró a decir el imponente de Darío, pero yo me separé de los brazos de Dante y lo detuve.

―¡Espera! ―Estaba muy alterada y sentía que todo lo que había construido en ese poco tiempo se me iría de las manos si hacía más grande ese embrollo―. No es necesario, estoy bien, él..., ese tipo no me faltó al respeto y yo pensé que me haría otra cosa, solamente estoy llorando por el susto.

―¿Segura? ―preguntó Dante mientras me tomaba del rostro para mirarme a los ojos.

―Sí.

―Entonces, yo ya me iba ¿Quieren qué los llevé? Solamente por si acaso.

―Sí, gracias ―se adelantó Dante a decir antes de que yo pudiera replicar.

El volkswagen color negro de nuestro amigo estaba estacionado hacia lo más profundo del callejón de la entrada de empleados.

Todos subimos al pequeño carrito, ellos dos iban en frente y yo atrás, supuse que Dante sabía, que necesitaba ese tiempo a solas.

El camino fue en silencio y tan solo se cruzaron palabras para dar la dirección del edificio y para que Darío nos hiciera una pequeña broma.

―¿Entonces aquí es su nidito de amor? Qué escondido se lo tenían. Espero no se hayan casado ya sin invitarme.

Al menos me hizo reír un poco y eso fue muy agradable, porque seguía sin sentirme bien.

―Y por favor Loreley, tienes que decirme como era ese tipo para no permitirle pasar a la próxima y avisarles a los demás guardias.

―Así será ―contesté intentando verme animada―. Gracias.

No entramos al edificio hasta que lo vimos al carrito alejarse, luego Dante me abrazo y me miró a los ojos.

―Son para ti.

Me ofreció las flores que había sujetado con tanta insistencia todo el camino. Las flores eran hermosas, mis favoritas.

―Gracias.

Entramos al edificio. Ninguno saludo al portero que estaba medio dormido, tan sólo seguimos nuestro camino hacia las escaleras. Llegamos al sexto piso y Dante se me quedo mirando seriamente como pocas veces lo había visto.

―Si quieres irte a tu departamento lo entenderé, Amelia ha de seguir preocupada y querrá verte.

Lo pensé un momento, en realidad no quería irme a mi departamento, pero tenía muchas cosas que pensar. Aún sentí mis ojos un poco llorosos, el malestar de una espina clavada en mi corazón seguía molestándome, aunque también tenía ganas de estar con Dante. Mi corazón fue valiente al aceptar su propuesta.

―Será lo mejor.

Noté que se le entristeció un poco la mirada, pero sólo me dio un tierno beso y siguió su camino. Cuando lo vi desaparecer al doblar la esquina, me eché a correr hasta mi piso, abrí la puerta, dejé las flores sobre la mesita y sin previo aviso entré al cuarto de Amelia.

Dante entre pacto y éxtasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora