ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 23

6.4K 422 61
                                    

-ᴀᴍᴏʀ ʏ ᴅᴏʟᴏʀ-

DANTE

Amelia se escuchaba muy insistente, así que Loreley solo se puso la bata y salió, pasaron diez o quince minutos, cuando ella volvió, aunque se veía tensa y bastante pensativa.

―¿Pasó algo malo?

Ella se me quedo mirando como si apenas recordara que estaba ahí, luego sonrió muy fingidamente para mi gusto y se sentó a mi lado.

―Es..., eran mis padres al teléfono. Desde que les di el teléfono de la casa no paran de hablar.

―¿Y están bien? Es que tu rostro... ―no pude callármelo―, te vez preocupada.

Loreley parecía haberme notado tan preocupado que inmediatamente intentó cambiar su cara y su postura.

―Es que recordé que pronto es el cumpleaños de papá, hace mucho que no voy a verlos.

―Ha ya veo. Ya somos dos ―levanté las cejas y ladeé la boca en signo de remordimiento.

―¿Sí...?

―Bueno ―me incorporé y tomé a mi novia de las manos, el ambiente se puso serio de nuevo y quería que lo fuera, lo que estaba por decirle era muy importante―. Pasando a otra cosa, lleva tiempo que quería hablar de esto contigo.

―¿Está todo bien? ―preguntó ella alzando una ceja y mordiendo sus hermosos labios enseguida, parecía más bien a la defensiva.

―Desde hace tiempo quería proponerte bueno..., quiero ayudarte con los gastos de tu método anticonceptivo.

Pensé que la propuesta le iba a sorprender, pero Loreley me lanzo una sonrisa y sólo se puso un poco ruborizada.

―No es necesario, pero gracias Dante.

―No, no ―insistí yo―, si antes lo pensaba, ahora que estamos saliendo oficialmente, más. Procuraré cuidarte, ayudarte, quiero estar a tú lado cada que me necesites.

Loreley volvió a morder su labio y podía sentir que las manos habían comenzado a sudarle.

―Sólo dime que es lo que necesitas, es más tengo una idea, iré a la oficina a recoger mis cosas y en cuanto regrese pasare por ti e iremos a comprarlo.

―¡Ah! no te preocupes, aún estoy con un blíster, son pastillas.

―No importa, así para la siguiente, podre ir yo solo y pedirlas, sólo necesito que me las muestres para saber de qué marca son.

Loreley se me quedó mirando, no sonreía, pero tampoco estaba seria, sólo era su rostro inexpresivo; seguramente había notado que no podría hacerme cambiar de opinión.

―Bueno, está bien, pero no es necesario ir a algún lado ahora, aquí tengo todo, te lo mostrare...

En ese instante nuestros estómagos protestaron al unísono y yo me eché a reír, aunque ella se ruborizo de inmediato.

―Creo que primero desayunamos.

―Si ―expresó ella mirando hacia otro lado.

Preparamos huevos revueltos y charlamos en el desayuno, nos dimos una ducha y luego me fui pero le hice prometer que más tarde iríamos a comprar una caja de condones y que la invitaría a comer, aunque Loreley negó inmediatamente y rechazó mi invitación.

―No puedo, estaré ocupada..., no he hecho la lavandería, lo lamento.

―Entiendo.

―Aunque, si acabo antes te llamaré y tal vez podamos ir a merendar.

Dante entre pacto y éxtasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora