ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 41

5.3K 421 28
                                    

-ᴀʟɢᴏ ᴍᴇᴊᴏʀ-

LORELEY

Aunque las fotos que me mostró Samael de Dante me rompieron el corazón, por alguna extraña razón comencé a soñar con él de forma más constante y eran todos los recuerdos felices que había tenido con él, aunque el sueño que tuve aquel día me pareció muy misterioso y diferente.

Estaba recostada sobre un campo cubierto de nieve, pero no tenía frío, me sentía calientita y mi nariz descifro la fresca fragancia que Dante solía desprender.

Cuando volteé para buscarlo, él estaba detrás de mi sonriendo.

Tomó mi cintura con ambos brazos y me aferró a su cuerpo tibio, yo le correspondí el abrazo y me quedé así un buen rato.

No tenía nada que decirle ni él a mí, su solo presencia me era suficiente para saber que nos habíamos perdonado y por la forma en la que me abrazaba se notaba que aún me amaba y eso me hacía demasiado feliz.

Después de un rato nos separamos y dijo algo raro, algo que no alcancé a entender:

―...y así fue más o menos como paso. Nos hicimos de palabras, ambos estábamos heridos.

―¿Dante? ―pregunté confundida por sus palabras. ¿A qué se refería?

―Lo lamento mucho señor ―la mirada de Dante se desvió hacia arriba y yo volteé hacía donde él miraba..., mi padre estaba en el sueño, comiendo galletas.

―Ya veo ―le contestó.

Quise levantarme y preguntarle a papá porque estaba ahí, pero al incorpórame una mano invisible me sostuvo del pecho y con un jalón me saco del mundo de los sueños.

Vi a mi padre sentado en mi silla junto a la puerta, sosteniendo un plato vacío con moronas de galletas.

―¿Papá?

Olía a golosinas, al chocolate de mamá y el pavo que se estaba cocinando, pero el aroma de Dante tampoco desaparecía.

Enfoqué la mirada y noté un par de piernas a lado de las mías, sentí que todo el cuerpo me temblaba y volteé a un lado, donde Dante me miraba, intentando abrir la boca para decir algo.

Grité asustada.

Fue un enorme grito que se escuchó en toda la casa. Dante se levantó de la cama de un salto mientras mi padre tiró el plato y cubrió sus oídos. Arnau, mamá y una sorpresiva Amelia, entraron corriendo a mi recamara.

―¿Qué haces aquí? ―mi pecho se tambaleaba violentamente al ver a Dante que no parecía menos sorprendido que yo.

―Yo...

―¡Hay no! Papá puedo explicártelo, este tipo, veras, él...―sentía que estaba a punto de hiperventilar, puse mi mano sobre mi pecho para tranquilizarme y apreté los ojos fuertemente―. ¡Es un sueño! Lo sé, lo sé ¿Verdad que es un sueño? ―volteé y miré Arnau.

―Tranquila hermanita.

Se acercó a mí muy sigilosamente. Noté su labio hinchado con la comisura morada y entonces recordé todo lo que había pasado unas horas atrás.

―¡Carajo, no es un sueño!

Me hice hacia tras hasta llegar a la otra orilla de mi cama y caer. Me levanté con rapidez como si nada hubiera pasado.

―Bueno... ―escuché decir. Dante mantenía la mirada gacha―. ¿Podemos hablar?

Volteé a ver a los demás en busca de ayuda, pero todos se hicieron tontos, incluso papá.

Dante entre pacto y éxtasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora