ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 33

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-ғʀᴇɴᴛᴇ ᴀʟ ᴇsᴘᴇᴊᴏ-

DANTE

―Y... ¿Por qué elegiste ser diseñador gráfico? ―escuché la voz de Loreley mientras iba al volante.

―Por mi padre ―sonreí y le eché un vistazo mientras el semáforo se cambiaba a verde―. Antes de su accidente él también fue un gran diseñador..., cuando yo nací ya había perdido la vista, pero me contagió toda la pasión que había tenido por su profesión y al final también se convirtió en algo tan importante para mí que no dudé ni una sola ocasión en dedicarme a esto.

Loreley no paraba de mirarme y sus ojos llenos de nostalgia.

―Pues déjame decirte que eres magnifico Dante, tu trabajo es el mejor.

―¿En serio te gusta?

―Eres mi diseñador gráfico favorito ―contestó ella.

Ya sé, nos veíamos igual que una película romántica..., si la culpa de esas tontas películas, pero aquello no era ni la mitad de lo que nos esperaba, aún había más sorpresas esa noche.

Cuando llegamos al departamento ayudé a Loreley para que bajara del auto y la cargué.

Ella abrió los ojos de par en par e inmediatamente aferró sus brazos a mi cuello.

―¿Qué haces?

―La noche aún no termina, diablilla ―alcé las cejas mientras la miraba y luego guiñé el ojo.

Comencé a caminar y llegamos al elevador, como pude toqué el botón para que este abriera he íbamos ambos en silencio esperando a que la cajita metálica no hiciera de las suyas.

Pudimos llegar y fue un jodido reto tomar mis llaves, pero lo logré empujé la puerta para abrir y dejé a Loreley recostada.

―Dante, enciende la luz.

―Aún no ―advertí―, sólo espera un momento ¿Está bien? No enciendas la luz.

Salí de mi departamento y corrí hasta el de ella.

Subía las escaleras de dos en dos lo más rápido que podía y al llegar toqué un par de veces como era común, pero Amelia tardó en abrir así que insistí esperando que no se hubiera olvidado lo que le había encargado.

A esas horas de la madrugada había bastante silencio, así que pude escuchar la voz de un hombre tras la puerta; tal vez Amelia estaba ocupada, pero teníamos un acuerdo y estaba a punto de tocar de nuevo cuando se escucharon pasos, algunos empujones y la chica abrió abruptamente y luego volvió a cerrar.

―Dante ―se veía agitada, pero traía con ella el enorme ramo de rosas que le había pedido en secreto comprar.

―Creo que interrumpí algo.

―No te preocupes ―me ofreció el ramo con un poco de violencia, aunque yo lo tomé con mucho cuidado.

―Prefecto, gracias ―en ese instante noté que no me miraba, tan sólo me sonrió con timidez y me empujó para que me fuera―. ¿Está todo bien? ―fue inevitable preguntar a lo que ella abrió los ojos como enormes monedas de chocolate y sonrió.

―Me descubriste, sí, estoy algo ocupada con un hombre. Ahora vete ―insistió.

Di un paso hacia tras cuando ella abrió la puerta apenas al justo tamaño para que pudiera entrar de lado y no sé si fue mi imaginación, pero creí alcanzar a ver a Samael.

Fruncí el ceño y la respiración se me cortó por un par de segundos, aunque seguí retrocediendo me sentí con ganas de regresar y saber si había visto bien, pero recordé a Loreley y corrí de nuevo hasta llegar con ella.

Dante entre pacto y éxtasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora