Prólogo

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Primer latido, puedo ver a lo lejos el fuego arder, abrumadoras brasas del fuego rodean el suelo que tuvo lugar mi final no digno de un cuento de hadas, pero si para uno de terror.

Segundo latido, el olor a sangre y a pólvora inundan mis fosas nasales impidiéndome respirar deseando que la sangre que huelo no sea mía.

Tercer latido, el sabor amargo a la muerte próxima es lo único que mi boca puede saborear además de las gotas de sangre que están empezando a brotar de ella impidiéndome mencionar palabra alguna.

Cuarto latido, siento cada dolor, cada agonía y cada escalofrío de mi cuerpo, pero siento una suave acaricia acompañada con un temblor que claramente indica miedo, aunque no sé de quien venga tal emoción.

Quinto latido, con la audición siendo el último sentido de perder, escucho algarabía de explosiones y gente gritando sin parar, pero escucho muy claramente un sollozo, sollozo lleno de desesperación y angustia, un sollozo fuerte que probablemente venga de un hombre. Se escucha muy cerca junto con leves agitaciones hacia mi cuerpo.

En mi sexto latido sintiéndose como el último pude escuchar y caer en cuenta de quien era el dueño de tales sollozos. Eran los sollozos de él, llorando por mí, suplicando por mí, muriéndose por mí.

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