Capítulo 17 "Ternura"

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Ninguno habla, solo disfrutan del momento y ella respira profundamente al sentirse sobrepasada por las inmensas ganas de llorar.

Después de tanto tiempo siendo humillada, maltratada y hasta abusada, al fin alguien la trata con ternura y ese hombre es Benicio. Las mariposas que revolotean en su estomago la hacen temblar y abre los ojos. Se atreve a mirarlo y se encuentra con una mirada llena de emoción y felicidad del hombre que solo quiere darle su amor.

Sus frentes siguen unidas y la mano del abogado sigue acariciando su mejilla con delicadeza. Una sonrisa aparece en sus rostros y ella vuelve a cerrar los ojos, buscando los brazos protectores de Benicio. Apoya la cabeza en su hombro y se encuentra con un reconfortable abrazo.

El hombre la abraza con fuerza y las lagrimas de emoción empiezan a desparramarse en sus mejillas.

No lo rechazo y con eso hizo florecer las esperanzas del abogado, quien se está muriendo de amor por ella y solo quiere amarla como merece. La mujer respira hondo y la paz se manifiesta en su cuerpo.

Después de una ducha apasionada, Victoria se peina la cabellera castaña y Adrián se coloca detrás de ella, apoya las manos en sus hombros y deposita besos húmedos en su cuello.

-Parece que nunca te cansas.

El guardaespaldas empieza a reír al escuchar eso y agarra el peine para terminar de desenredar el cabello mojado de su jefa.

-Tengo mucha energía...

-Me doy cuenta. -Se muerde los labios y da media vuelta para mirarlo. -Y tu me quitas la poca energía que me queda.

Ambos se ríen y ella entrecierra los ojos.

- ¿Paso algo ayer con Laura? -Celosa.

- ¿Celosa? -Arquea una ceja.

-No te hagas el chistosito y contéstame. -Seria. - ¿Qué paso?

-Se me insinuó cuando la deje en su casa y la rechace. -Le explica y acaricia su espalda. -Me gusta mucho cuando te pones así de mandona. -La besa y ella parpadea varias veces al sentirse plena con él. -Me alegro un poco seguirle el juego porque te pusiste tan celosa... aunque tenia miedo de que me mates.

-Es que tenía ganas de matarte. -Sincera. -A Laura y a vos. Más a mi amiga, ¿Cómo va estar coqueteando con vos delante mío? Me choca que haga eso y no le importe nada.

-Pero no paso nada, solo un poco de jugueteo para hacerte reaccionar y ¿sabes que? Me hizo dar cuenta de que te mueres por mi.

-Ay sigue soñando. -Se queja.

-Pues así parece. -Habla con dureza. -No tiene nada malo que lo confieses.

- ¿Y alimentar tu ego? Estás loco.

-Estaré loco pero loquito por ti.

Unen sus labios y el beso es osado como apasionado, su corazón late sin parar y siente que se va a desmayar por como la besa.

Se separan y ella traga saliva, no quiere verse tan obvia pero su cuerpo y su mirada le hace comprobar que esta perdiendo la guerra contra su corazón.

En la noche, Emilia está leyendo Hojas de hierba, el libro de poemas de Whitman que Ben le había regalado. Trata de leer con atención y en cada poema que lee le hace acordar al abogado.

Suspira y deja el libro sobre sus muslos.

"Recuerdo como yacimos juntos cierta diáfana mañana

de verano, como apoyaste tu cabeza en mi cadera y suavemente

te volviste hacia mi.

Y apartaste la camisa de mi pecho, y hundiste la lengua

hasta mi corazón desnudo.

Y te extendiste hasta tocar mi barba, y te extendiste

hasta abrazar mis pies".

La rubia contiene la respiración y se lleva la mano hasta la cadena que el abogado le obsequio, lo sostiene con su mano izquierda y cierra los ojos.

Ese beso le hizo despertar tantas oleadas de amor que yacían dormidos desde hace tantos años, ese deseo que ahora permanece en su cuerpo y ahora no sabe que hacer.

A pesar que le encanto tanto el beso también está completamente sorprendida y una sonrisa se dibuja en su rostro.

Mientras, Facundo se está preparando para ir a la cama y la mujer no nota su presencia. Su esposo la mira con atención y se sienta en la cama.

- ¿Te pasa algo? -Le llama la atención. -Estás pensativa.

La rubia reacciona y deja el libro en la mesita de luz.

-Nada, solo estoy cansada. -Seria. -Voy a dormir.

Apaga la lampara antes de darle la espalda y Facundo se le queda viendo con curiosidad.

Al otro día, es domingo a la mañana y Victoria está preparando el desayuno cuando el timbre empieza a sonar. Suspira al pensar que se trata de Eduardo y prefiere ir ella a la puerta antes de que ocurra un momento incomodo con Adrián.

Cruza la sala y al abrir la puerta, se encuentra con Emilia.

-Ay hola Emi. -Le da un beso en la mejilla. -No pensé que vendrías.

-Vine porque quiero que hablemos. -Ansiosa.

-Dale, ¿vamos al comedor? Estoy preparando el desayuno.

-Te ayudo.

La abogada asiente y caminan hasta la cocina, la rubia se encuentra con Adrián y se saludan.

-Vicky... ¿podemos hablar a solas?

-Claro...

-Las dejo solas.

Emilia le agradece al guardaespaldas y Victoria la nota nerviosa.

- ¿Paso algo?

-Que no paso. -Respira hondo. -Ben me beso. -Suelta.

La mujer sonríe y la rubia arquea una ceja.

-Al fin se animo ese hombre.

- ¿Qué? -Sorprendida.

-Ay Emi, hace años que ese hombre está loquito por vos. -Animada. -Pero dale, cuéntamelo todo porque ese guacho no me dijo nada.

- ¿Qué quieres decir con años?

-Benicio está enamorado de vos desde que te vio en la facultad de ingeniería. ¿Te acuerdas cuando una vez fuiste a buscarme para salir?

-Si... -Responde pensativa. -Estabas con el en la entrada.

-Si. -Revolea los ojos. -Tenia que escucharlo todos los días preguntándome de ti, lo que te gustaba, si estabas de novia, quería saber todo de vos pero nunca se atrevió a decirte lo que sentía más cuando te estabas por casar.

Su amiga no dijo nada, solo sintió como su corazón se cae y su mirada queda en la nada sin poder creer lo que está escuchando.


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