II

2 0 0
                                    

Una fila de neumáticos ardía como una muralla entre los manifestantes y los autos en la avenida.

Humo negro.

Un olor insoportable a caucho quemado.

Osvaldo atravesó la barrera por un costado en el cual había menos fuego y se acercó a la turba.

No era una turba violenta e iracunda como imaginaba, sino más bien un grupo de personas que cantaban y saltaban:

"QUE RÉ - MOS - FÚTBOL, QUE RÉ - MOS - FÚTBOL...".

Y agitaban unas banderas y se empujaban y saltaban y se movían todos para la derecha... ahora para la izquierda...

El viejito fantaseó un instante con que, si no hubiera autos adelante, con la ambulancia podría pasarlos a todos por encima a máxima velocidad...

Se puso en el medio de la avenida, enfrente del grupo y les gritó:

-¡Dejen pasar a la ambulancia! ¡Mi hijo está herido!

Y los cantantes, que escucharon aquel pedido, tomaron nota. Primero fue uno solo el que impulsó el cambio de la letra. Y un par de compases después, el coro completo entonaba:

"HE - RÍIII - DO, HE - RÍIII - DO, HE - RÍIII - DO, HE - RÍIII - DO".

-¡Salgan de la calle! ¡Una ambulancia tiene que pasar! ¡Salgan de la calle!

La respuesta:

"LA - CAAAA - LLE, LA - CAAAA - LLE, LA - CAAAA - LLE, LA - CAAAA - LLE".

Basta.

Eso era suficiente.

Con esos cavernícolas claramente no se podía dialogar.

El anciano, de cuerpo débil y flaco, se mezcló con sus enemigos e intentó expulsarlos a empujones. Pero ellos ya se estaban empujando entre sí como un juego, así que fue como si él se sumara a la diversión.

Incluso, sus brazos sexagenarios eran tan enclenques y las dimensiones corporales de los fanáticos del fútbol tan grandes, que apenas podía mover a los más menudos con cada empujón.

Este plan no daba resultados.

-¿Ah, sí? Esto no es una joda, se van a correr o los saco yo, hijos de su madre, necesito sí o sí llegar al hospital- declaró con un leve tono de furia.

Pero esta aseveración no fue tan bien recibida como las anteriores.

Los manifestantes continuaban saltando, pero ahora sin cantar.

"Hey, eso no rima", "Buuu, Buuuuu", "Que se vaya" se escuchaba, "Buu, Buuu", "¡Afuera!", "¡Andá a la cancha, bobo!", "¡Afuera!".

Esas caras bronceadas y de fastidio indicaban que Osvaldo ya no era bienvenido.

Un empujón, otro, otro, otro, otro... Y así fue que el anciano fue echado de la manifestación y llegó hasta la ambulancia.

Tres personas que salvaron el mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora