-En el mediocampo: Almada, Ripoll, De Russo. Arriba: Wolf. De punta: Scapuzzi y Mezza.
El paramédico enumeraba la formación del domingo y dibujaba sobre el pecho del hombre en la camilla un diagrama imaginario.
-¿Fernández no juega?- cuestionó éste.
-No. Va a estar en el banco.
-¡¿En el banco?!
-El técnico lo quiere guardar para el clásico.
-Pff... Esto se pone cada vez peor.
Y dejó caer una lágrima lenta sobre su mejilla.
De repente, Cristóbal parecía tener setenta años en lugar de treinta y cinco. Estaba arrugado, ojeroso, triste, como si deseara morir.
El auxiliar médico le tuvo compasión.
Uppss...
Un chorro de sangre de color bordó oscuro salía sin parar del costado del estómago: la herida se había abierto otra vez.
¿Por qué no avisaba que estaba sangrando? El paramédico no podía estar al tanto de todo, todo el tiempo. El paciente también debía colaborar.
Agarró el botiquín, lo abrió, buscó, buscó, buscó buscó buscó. Revolvía con dedos apresurados.
Sí. Ahí.
Por fin encontró una curita y se la puso en diagonal a la herida del tamaño de un puño que, obviamente, no pudo tapar en su totalidad.
Se abrieron las puertas traseras de la ambulancia.
Era Osvaldo, con una expresión funesta.
"Ya no hay nada que hacer" parecía querer decir.
-Seguimos estancados...- confesó.
-No digas eso sobre nuestro país. La inflación está bajando- protestó el conductor.
-Hablo del tránsito, la ambulancia. Estamos estancados en el tránsito.
-Ahh. Sí.
El más apenado buscó su lugar como al comienzo y volvió a tomar la mano de su hijo cariñosamente.
Una mirada de despedida...
Y la sangre del estómago brotaba y brotaba.
-¡Ya sé!- exclamó el paramédico sentado al lado del moribundo-. Cacho, ¿y si empezás a tocar la bocina como loco?
-Ah, sí. Es buena idea.
¡¡¡PIIIIIII!!! ¡¡¡¡¡¡PIPIPIPIPIIIIIIIIIIIIII!!!!!! ¡¡¡PIIIIIII!!! ¡¡¡¡¡¡PIPIPIPIPIIIIIIII!!!!!!
Oprimía frenético la bocina como si con eso pudiera salvar la vida del pobre infeliz.
El hombre mayor bajó levemente la cabeza y murmuró en tono de oración:
-Perdónalos, Señor. No saben lo que hacen. Son argentinos.
-Shh- lo calló afectuoso su hijo-. Sí que saben: están reclamando por un derecho.
La pérdida de sangre era cada vez peor. El líquido caía como una cascada desde el torso, por la camilla y hasta el charco del piso del vehículo.
El herido dejó salir una voz llena de paz y bondad.
-Está bien- dijo, con la intención de aplacar el dolor de su padre-. Yo... mm mmuero tranquilo... st... stto oy contento pp que el pueblo recl ma sus derechos... y jjhh hay... justicia social.
Y bajo esa tormenta de ruidos, Cristóbal cerró los ojos por última vez como si no le importaran los gritos, los bocinazos, los bombos. Su rostro, ahora inanimado, conservaba una extraña sonrisa de alivio.
El de Osvaldo, no.
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Tres personas que salvaron el mundo
Cerita PendekTres cuentos de humor negro sobre personas que salvaron el mundo: Santi, un chico con problemas a quien su madre lleva a la granja de sus tíos para curarlo, don Osvaldo, un jubilado que perdió a su hijo en una manifestación popular y Dante, un remis...