Dante estacionó cuidadosamente.
Se desabrochó el cinturón de seguridad, se miró en el espejito. Su pelo estaba bien, sus dientes, también. Bueno, estaba todo en orden. Se bajó del auto, revisó que estuviera bien estacionado, a la distancia adecuada del cordón, que no molestara la entrada de las ambulancias, etc.
Ya estaba por anochecer. Era mejor que se apurara.
Bostezó.
Tenía la garganta seca, tanto hablar. Además estaba cansado. Menos mal que había un vendedor ambulante ahí a unos metros.
Lo llamó y le compró un café.
A esa hora ya tendría que haber terminado algún partido. ¿Dónde estaban todos?
Y tenía razón: no tuvo que esperar mucho.
Al cabo de dos sorbos de ese café barato, llegaron unos médicos en una ambulancia y cuando bajaron Dante les comunicó que tenía un cadáver en el auto, que era un ladrón herido y que lo trajo hasta acá pero murió en el camino.
Todo eso era verdad.
Eran dos muchachos jóvenes.
-Si están ocupados puedo esperar a los próximos médicos, o enfermeros. No hay apuro- les ofreció esta posibilidad, siempre muy educado, muy atento.
-Igual tenemos que hacernos cargo.
-Claro, por el juramento hipocrático.
Probablemente el juramento hipocrático no fuera el concepto adecuado para esta situación ya que, el Brayan ya no era un paciente, sino un cuerpo sin vida. Y no iba a necesitar un tratamiento, sino tal vez trámites.
Lo cierto fue que los jóvenes miraron extrañados a su interlocutor. Pero no era porque no quisieran contestarle ni porque se sorprendieran de su afirmación, nada de eso. Eran miradas inocentes, como si hubieran escuchado un idioma desconocido por primera vez.
Ellos no tenían la menor idea del significado de las palabras que acababa de dirigirles.
Entonces el remisero emitió una sonrisa casi imperceptible pues acababa de recordar que estaba en un hospital público. Por supuesto que no entendieron eso, así como tampoco entenderían si les hablara de Borges o Cortázar o Saer o del licenciado Varela.
Dante estuvo a punto de dedicar unos minutos de su tiempo a explicarles qué era el juramento hipocrático y reflexionar sobre si en este caso era aplicable o no, pero la madurez que había alcanzado en estas últimas horas lo hizo detenerse y dejar ir ese impulso educativo.
No valía la pena.
FIN
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Tres personas que salvaron el mundo
Short StoryTres cuentos de humor negro sobre personas que salvaron el mundo: Santi, un chico con problemas a quien su madre lleva a la granja de sus tíos para curarlo, don Osvaldo, un jubilado que perdió a su hijo en una manifestación popular y Dante, un remis...