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En esta manifestación, las cosas no eran muy diferentes a la primera: bombos, gritos, remeras de equipos de fútbol, celulares de último modelo, neumáticos quemados.

Los barrabravas cantando a coro y poco afinados.

Tenían tres motivos musicales: "¡¡¡ARGENTINA, AR-GEN-TINA, AR-GEN-TINA!!!", "¡¡¡EN- TRÁAAA- DAS, EN- TRÁAAA- DAS, EN- TRÁAAA- DAS!!!" y por último "¡¡¡JUS-TI-CIA, JUS-TI-CIA, JUS-TI-CIA, JUS-TI-CIA!!!".

Entonaban de dos a cinco minutos uno de ellos, descansaban y alternaban con otro al azar.

En su visión del mundo, claro, era injusto que el Gobierno no les pagara el viaje en avión y las entradas para todos los partidos del Mundial de Fútbol.

Cayó el cascote del cielo.

CRACK.

Se incrustó en el cráneo de Pocho, uno de los manifestantes.

-¿Qué fue eso?- preguntó Lucho, su compañero al escuchar el ruido de los huesos romperse.

-Qué sé yo... EN- TRÁAAA- DAS, EN- TRÁAAA- DAS...- seguía cantando y agitando el brazo derecho bien alto.

Aparentemente, la piedra no había afectado ningún órgano vital, ningún órgano que utilizara con asiduidad.

Lucho, en cambio, no podía seguir con los festejos porque sentía que algo andaba mal. Había un olor raro (además del caucho quemado y de la transpiración de cincuenta hombres sucios), era un olor... como a excremento.

-Pocho, pará. ¿No sentís olor a materia fecal?

Pocho olfateó concentrado.

-Sí, es verd... Uhhh qué fuerte.

-Pará, pará, ¿pero de dónde viene?

-Yo no fui, eh, jajaja.

Pocho miró para atrás, para abajo, sus zapatillas...

Entonces Lucho pudo darse cuenta de que su amigo tenía un cascote incrustado en la cabeza y que de la herida le chorreaba un líquido viscoso y marrón.

Mmmmmmhhh... Venía de ahí el olor.

Y mientras más chorreaba, más oscuro era el tono marrón y más intensa la fragancia que despedía.

-Pocho... tu... cabeza- le señaló su compañero.

Y el herido se llevó una mano a la nuca, palpó el hueco donde debía estar su cráneo, palpó la piedra asesina, se manchó los dedos con el líquido espeso... y se volvió furioso al tomar conciencia de su estado lamentable.

-¡¿Quiéeeeen fueee?!- alcanzó a vociferar con sus últimas fuerzas.

-¡Fui yo, fui yoooo!- gritaba un viejito desde el borde del puente de arriba y hacía señas amplias con los brazos para ser identificado fácilmente.

Acto seguido, Pocho se derrumbó.

Uno menos.

Tres personas que salvaron el mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora