28. Guess who's back

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20 de diciembre, 2032
Ferro & Shirley

Estaba cansado, tanto física como emocionalmente. La mayoría de las lesiones que tenía ya habían sanado, y las más profundas estaban cicatrizando, pero no había remedio para ese agujero negro que Vernon había taladrado en su cabeza. Pese a que lo hubieran pisoteado, humillado y abusado, Shirley no sentía odio o rencor, solo estaba agotado. Cuando contempló la idea de ponerle un fin a su sufrimiento, recibió un mensaje de un número privado. Era Ferro, ya estaba fuera de prisión. Había oído que uno de los tantos de sus hermanos se había entregado libremente a la policía, para que lo soltaran. Los Thorpe y la policía no tuvieron cómo negarse a la oferta de Girolamo Profaci, que seguía saboteando los negocios de los Thorpe, a eso le sumábamos que el hermano de Ferro había cometido peores ofensas contra la ley, removerlo de las calles sería una jugada inteligente. Un hombre completamente inmerso en el mundo del crimen era más valioso que un adolescente problemático. Al contrario de lo que hubiera deseado, Ferro no regresó a Eldridge.

Esa tarde había cesado la nieve, pero quedaron hielos colgando de los techos del castillo y también nieve en los rincones del jardín que no se habían derretido del todo. Si iba a verse con Ferro debía cubrir sus heridas, no quería que lo viera así, ni él, ni nadie. Shirley aprendió a atesorar el poco orgullo que le habían permitido conservar, no le deseaba ni a su peor enemigo lo que a duras penas él sobrevivió. Logró ocultar con éxito los hematomas que tenía de hombros para abajo, pero no hubo manera de camuflar el puño marcado en su mejilla — cortesía de Timothy.

Decidió que lo mejor para él sería irse a pasar las navidades con su familia, su hogar era el único lugar en el mundo al que pertenecía de verdad. Pero no lo hizo, no se iría hasta que no hablara con Ferro.

Desde que los caminos de ambos se separaron, Shirley imaginó en su cabeza cómo sería el reencuentro. En los últimos días no pudo pensar en otra cosa. Fer debería estar enojado, puede que lo odiara. Después de todo, si tanto se odiaba a sí mismo, no podía esperar algo mejor de los demás. Tenía claro que esta vez haría las cosas bien, y que sería honesto con Ferro, por mucho que la idea de confesarle todos sus secretos lo asustara.

Cuando se bajó del taxi y caminó por la calle, buscó la silueta de Ferro incluso en las personas que no se parecían a él. Su reloj marcaba unos minutos más tardes de la hora que habían acordado para verse, entonces, ¿por qué no lo veía por ningún lado? «Seguro que se ha cansado de esperarme y se ha ido —estaba tan ansioso, que la desesperación lo engulló—. Enhorabuena, Shirley. La has vuelto a cagar.»

—Es la primera vez en muchos años que combinas tan desfavorablemente los colores —reconocería esa voz y ese acento en cualquier momento.

Se volteó con una rapidez impropia de él, y lo vio justo detrás. Tenía la cabeza rapada y vestía con simpleza, pero se trataba de él. Regresó de prisión con dos tatuajes nuevos, un corazón roto justo por encima de su oreja izquierda, y dos máscaras de teatro, una sonriendo y la otra llorando, justo debajo de su ojo derecho. Parecía un poco mucho más alto, más maduro, más...

—El Isaac que yo conozco nunca se habría presentado a una cita con un chándal.

La broma lo hizo sonreír y lagrimear. No contuvo más sus deseos y le saltó al cuello para abrazarlo. Si fuera otra persona, lo habría dejado caer al suelo y escupido, pero Fer nunca haría tal cosa. Sin importar qué tanto lo hiriera, él siempre lo perdonaría. El amor es complicado, y tanto que Shirley nunca logró comprenderlo.

De pequeño sabía que no sentía nada por las mujeres, al contrario de los otros niños. Fue incapaz de fingir esta atracción por las niñas de su clase, por otro lado, los varones llamaban más su atención. Durante su adolescencia identificó que los hombres le atraían de una forma sexual, mas nunca emocional. Por más que lo intentó, nadie despertó en él la llama del romanticismo, y muchos lo intentaron. Pero desde lo que sucedió con Vernon, no podía pensar en la intimidad sin que se le revolviera el estómago y le temblaran las piernas por el pánico. El amor era algo natural, pero no para él, por esto creció sintiéndose un bicho raro toda su vida.

Ellos eran del todo incompatibles, Ferro era adicto a la idea de estar enamorado y Shirley nunca sería capaz de responder a sus sentimientos de forma genuina. Pero sus carencias y deseos los unieron, y después fue imposible dejar ir lo que habían construido. La base de su relación se erigía de mentiras, necesidad y carencias, pero dentro de todo lo malo lograron dar con algo bueno.

Ferro le removió la capucha de la cabeza cuando se separaron, quedó petrificado cuando vio los moratones en su rostro. Agarró sus manos con fuerza y lo trajo de regreso entre sus brazos, sintió que le daba un beso en la cabeza. Casi llora. Hacía tanto tiempo que no se sentía a salvo, estuvo por su cuenta en el peor momento de su vida. Estar así con Ferro era como encontrar un momento de calma después de recorrer infierno. Infierno fue lo que vio en su mirada, e ira.

—Fueron esos hijos de puta, ¿verdad? —sujetó el rostro de Shirley entre sus manos, era como tocar la luna—. Las cosas que dijeron de ti... no les creí ni por un segundo. Tú nunca...

—Todo lo que te dijeron de mí es cierto —intentó alejarse de él, pero Ferro no lo soltó; todo lo contrario, se aferró a él con más fuerza.

—Entonces... Amelia decía la verdad —se había roto algo en él, en ellos—. ¿Por qué? ¿No soy suficiente? ¿Fue algo que hice?

—No. Y, si te soy sincero, nunca lo fuiste —sus palabras dolían, pero Ferro merecía saber la verdad.

—Yo te amé, lo hice por los dos. Lo que tú no me diste, lo imaginé. Lo que me quitaras, te lo hubiera dado de todas maneras. ¿Por qué?

—Porque yo no te amo a ti. Lo intenté, pero no funcionó. Creo que nunca he amado a nadie, tampoco creo que lo haga.

—Si me he negado a verlo, es porque tú me has cegado —el dolor le había cambiado el rostro, parecía otra persona—. He contado los días para verte, si he sobrevivido es por ti.

—Lo siento, pero yo no soy esa luz que tan desesperadamente buscas. No te daré el calor que tanto anhelas, porque yo no soy el sol, ni tengo por qué serlo.

Pero no fue así, sintió que la presión en su cuello era cada vez más ligera y que los puños de Ferro recuperaban el color. Por primera vez, lo veía tener control sobre su ira y sus impulsos.

—Puedo perdonarte, lo volveremos a intentar.

—Es aquí cuando nos despedimos, Fer —sus frentes se encontraron, dando final a su relación con un beso casto y tímido. Ferro se inclinó hacia él, buscando más. —Si algo he aprendido del amor, es que cuando quieres a alguien debes dejarlo ir en el momento en que te das cuenta de que no puedes hacerlo feliz. Yo nunca podré darte lo que tú quieres, pero estoy seguro de que alguien ahí fuera podrá.

—Pero... yo no estoy preparado. Por favor, no me dejes. Sin ti...

—Siempre estaremos juntos, pero no de esa forma. No quiero ser un cliché, pero espero que podamos seguir siendo amigos. Yo tampoco quiero perderte —Ferro no se negó, pero tampoco afirmó nada. Era de esperarse—. ¿Volverás conmigo a Eldridge?

—Quiero quedarme aquí, contigo. Aunque sea por un momento.

«¿Cómo podría negarme? No puedo, no si me mira con esos ojos.» Shirley tenía muchos defectos, y estaba muy lejos de ser perfecto, pero estaba contento consigo mismo por haber sido sincero con Ferro, había hecho lo correcto.

» Shirley tenía muchos defectos, y estaba muy lejos de ser perfecto, pero estaba contento consigo mismo por haber sido sincero con Ferro, había hecho lo correcto

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Nota de la autora: Estoy llorando por mis nenes, Shirley por fin haciendo lo correcto para sí mismo al aceptar que es arromántico y por ser sincero con Fer.

Ferro, mi bebé, te mereces el mundo y mucho más. 🫂

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Killing van Thorpe. (#PGP2024) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora