12. The outcast

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Caleb.

Caleb siempre había sido un niño complicado, desde pequeño. Su complejidad había dificultado su éxito para atraer la atención de posibles padres adoptivos. Del grupo original de chicos que habían formado en el orfanato, él era el único al que no habían adoptado. No solo estaba solo y sin amigos, sino que también había perdido a todos los que una vez consideró sus amigos. Por un momento, la idea de cumplir los dieciocho le resultaba fantasioso, pero la idea era cada vez menos atractiva cuando consideraba que lo echarían del orfanato, no tendría a dónde ir y sus posibilidades de conseguir empleo serían mínimas. 

Al no haber sido expuesto al mundo exterior de forma natural, no le quedó de otra que imaginárselo por sus propios medios e idealizarlo. Tampoco sabía muy bien cuáles de sus miedos estaban justificados, y cuáles no. La incertidumbre le provocaba ansiedad, y depresión, se convirtió en un niño retraído y problemático.

El orfanato al que perteneció se llamaba St. Lamont, para la actualidad ya había cerrado, y qué bien, porque era un lugar horrible. No solo la comida era, sino que sus condiciones de vida eran pésimas. Cada mañana los despertaban cuando el cielo todavía estaba oscuro, debían rezar y dar las gracias por la bendición que es vivir para otro amanecer. Pero qué era vivir en cadenas. Después que entonaban sus oraciones, debían dirigirse escaleras abajo para asearse y desayunar, pero con cuidado, porque dos de las escaleras estaban rotas, y el crujido susurrante de la madera al pisar advertía que un tercer peldaño estaba a punto de hundirse también. Los más hábiles saltaban los escalones, los más listos se deslizaban sobre la barandilla para bajar y llegar al piso de abajo. Caleb descubrió que su ingenio superaba su agilidad cuando se hizo un esguince al aterrizar con el pie equivocado, desde entonces no lo volvió a intentar. 

A la hora de desayunar tampoco les esperaba nada mejor, un pan duro y frío con leche igual de fría, solo que también cortada. En los días más dulce había huevos fritos y cereales, pero de lunes a jueves las horas siempre le resultaban amargas. 

El orfanato Lamont era una edificación vieja, con muchas goteras y ratones por doquier. A las niñas, y a alguno que otro niño, le daban miedo los ratones, pero Caleb encontraba la compañía de los roedores mucho más gratificante que la de los otros niños de su edad. El lugar se sostenía bajo la dirección del Padre Gabriel, hombre severo y mezquino que, para ser un heraldo de Dios, obraba con bastante avaricia. Las donaciones y recolectas llenaban las bocas de todos en el lugar, en especial la del Padre Gabriel, que era gordo como una ballena y con una calvicie incipiente; Caleb pondría sus manos al fuego y apostaría que el muy hijo de puta seguro cenaba jamón y chorizo mientras sus acogidos debían conformarse con sopa salada con pollo invisible.

No todo era malo, por muy pesimista que se tornaran sus pensamientos, siempre había una latente luz de esperanza. Curiosamente, este era su nombre: Hope. Una chiquilla delgada y pelirroja con un rostro ovalado y pecoso, la chica más linda de todo Lamont, y una de las pocas. Por la estadística que conocía, las niñas tenían más posibilidades de ser adoptadas que los varones. Hope ya había tenido diferentes padres de acogida, pero siempre regresaba: Caleb quería pensar que era porque lo echaba de menos, pero era más probable que se tratara de su mala conducta, o por el papeleo; y es que Hope era una fierecilla salvaje. A la edad de nueve, muchos chicos la temían, y ninguno intentaba mirarle por debajo de la falda cuando subía las escaleras, porque cuando descubrió a uno haciéndolo, le rompió la nariz a patadas.  

Caleb era un verdadero romántico, por lo que intentaba impresionarla a cada oportunidad que tenía. Teniendo una extensa variedad de libros a su favor, buscó entre las páginas de las historias más románticas al protagonista más carismático para imitar su actitud. También era voluntario en labores del orfanato, como cuidando a los animales o con la jardinería; pero para Hope no era nada, y puede que menos que eso.

Killing van Thorpe. (#PGP2024) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora