20. Pariah

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Caleb.

El momento en el que los Thorpe llegaron para adoptarlo sería uno de esos detalles que jamás sería capaz de olvidar. Cada segundo estaba tatuado en su piel, y como toda herida fresca, ardía. No tuvo que mudarse muy lejos, los Thorpe residían en Edimburgo para ese entonces. Era el día más feliz de su vida. Tenía el proceso de adopción estudiado, solía tardarse meses, incluso más; por eso se sorprendió tanto cuando de un día para otro le avisaron que se iría con su nueva familia. No los conocía, ni los había visto antes en su vida. Estaba demasiado emocionado como para pensar, la felicidad había nublado su juicio. Esa tarde juntó todas sus escasas pertenencias en un saco viejo, y metió la cabeza bajo el grifo del baño para lavarse el pelo y estar presentable. Hizo una parada en la enfermería, pensando que ya nunca tendría que recorrer esos pasillos otra vez. Buscaba despedirse del viejo Krane, aparte de él, Caleb no tenía más amigos.

Solo tenía un calcetín, el otro se lo habían robado mientras dormía. A sus zapatos les vendría muy bien un paño mojado para quitarle el barro seco de la suela y los laterales, pero no tuvo tiempo ni para comer. Llegó corriendo al patio, tenía la bolsa con sus pertenencias al hombro y un coche lujoso lo esperaba al otro lado de la cerca de madera que circulaba los terrenos del orfanato. Un hombre con traje y corbata le abrió la puerta del coche, con extraña cortesía. Caleb se preguntó si ese hombre sería su nuevo padre. Resultó que no era más que un mayordomo, su "padre" era el hombre de negro que estaba sentado junto a la ventana, dándole una calada a su cigarro.

No hablaron en todo el trayecto del viaje, y no supo su nombre hasta que llegaron a Edimburgo, y eso fueron horas de viaje. Si aquello que vio al bajarse del coche era su casa, que se lo llevaran los demonios. Era como un castillo, igual que esas majestuosas residencias que veía en las ilustraciones de las revistas y libros viejos que había en el orfanato. Tuvo que dar dos pasos atrás para poder ver la cima de aquella mansión, dejando la boca abierta por la fascinación. Preston, su nuevo padre, lo tomó por los hombros mientras retrocedía y le dio la bienvenida a su nuevo hogar. Intentó contener las lágrimas, estaba muy emocionado, solo quería saltarle encima y abrazarlo. No lo hizo, cualquier error que cometiera podría devolverlo al orfanato, y no quería volver a ese lugar. Prometió que se comportaría apropiadamente, y lo haría.

Todos esos años de espera valieron la pena, había cumplido su meta, ¡había visto el mundo exterior!

Pasó de no tener nada, a tenerlo todo. Un padre, una madre, y un hermano. Los Thorpe tenía un hijo, de cabellos dorados y sonrisa radiante. Su madre era una mujer hermosa, esbelta y educada. Su padre era el mejor de todos, se había convertido en un súper héroe para él. Algo no le cuadraba, si ellos ya tenían un hijo, y era tan perfecto, ¿por qué lo habían adoptado a él? Si tuviera un hijo como Adam, no buscaría segundos. Por el motivo que fuera, estaba agradecido.

Cada segundo superaba al anterior, fue conociendo a su nueva familia, y a la gente que los servía. Ahora tenía una habitación propia, con muchos juguetes y libros. Un cuarto de aseo para su uso personal, ¡hasta sirvientes!

Tomó dos duchas antes de salir para cenar, pero seguía oliendo como un perro abandonado. Quería causar una buena impresión, eso aseguraría su lugar entre los Thorpe. Un mantel blanco cubrió la superficie de una mesa de madera de casi tres metros, en ella estaban sentados todos, disfrutando de una extensa lista de platillos de todos los sabores y colores. Sintió un poco de vergüenza, nadie le había ensenado a comer con cuchillo y tenedor, antes tenía que coger la comida con las manos, si es que había comida ese día. Intentó no hacer el ridículo frente a ellos, pero estaba muy nervioso. Nadie hablaba todavía, el silencio lo impacientaba.

—G-gracias por la comida, e-estaba deliciosa. ¿Puedo ayudarle a limpiar los cacharros? ¿Dónde está la cocina? —le había preguntado al joven empleado que removía los platos sucios de la mesa, y comenzaba a servir el postre.

Killing van Thorpe. (#PGP2024) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora