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JOANNA-FAMILIA

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Siento que voy a vómitar de los nervios y siquiera he puesto un pie dentro de la casa.

Estoy a punto de detener a Zack cuando toca el timbre pero me contengo.

Tengo que mantener la calma... serenidad.

O podría irme corriendo.

Y dejarle una mala, malisíma primera impresión a los suegros, no se, no me suena llamativo.

Ni a mi.

¿En que momento acepte esto?

Oh sí, ya recordé, cuando me creí valiente por dos míseros segundos.

La puerta se abre de sorpresa, una mujer algo mayor se muestra bajo el marco de la puerta y logró distinguir algunos rasgos de Zack en ella. Es algo alta, de cabello oscuro y ojos azules.

—Hijo que bueno que vinieron —Ella lo abraza con fuerza, haciendo que Zack pierda algo de aire.

Suelto una risa, pues me ha dado gracia.

—Oh, tú debes ser Joanna—suelta a Zack cuando me ve allí en una esquina, de pronto ha cambiado de objetivo, pero no se atreve a abrazarme por más que ha hecho un ademán.

—Y así se siente un hijo reemplazado, que triste—comenta, pero su madre no le toma importancia.

— Mi hijo me ha hablado mucho de ti, ya veo que no mintió cuando dijo que eras muy hermosa.

—Muchas gracias, es un gusto conocerla...—le sonrío un tanto apenada por no saber su nombre.

—Rouse, por favor, adelante, el almuerzo está casi listo.

Le echo una ojeada a Zack antes de entrar a la casa, al entrar noto lo linda que es.

MADRE MÍA.

Es increíble, es aún mejor de como se ve por fuera.

Casi toda la decoración es de madera y hay unas luces divididas por el pasillo, me gustaba el ambiente que transmitía, era realmente cómoda y a la vez tenía sus lujos.

—¿Te gusta?

—Es realmente hermoso y las decoraciones son espectaculares.

—Veo que tienes buen gusto, me alegra saber que cuando vaya a visitarlos su casa tendrá una buena fachada—me congelé al instante. Por otro lado Zack parecía bastante contento con la idea.

—¿Eso debería ofenderme?

—Hijo, eres pésimo con las decoraciones, no tienes porque ocultarlo.

Ella nos guía hasta el comedor y allí se gira para vernos.

—Bueno, iré a ver como está el pollo, les dejo, pónganse cómodos—cuando junta las manos sonríe con amabilidad antes de  desaparecer por una de las puertas que me imagino, va a la cocina.

—Entonces cariñito ¿Cuando planeamos las decoraciones de la casa?—agito la cabeza.

—En tus sueños, a mi me gusta mi departamento—Él frunce el ceño.

—¿Y vivirás allí toda la vida?

—No lo sé, tendría que consultarlo con mi esposo—le digo con una sonrisa ladina.

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