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SORPRESAS AL CORAZÓN

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Venga ya, reacciona, querida.

No puedo, la sorpresa le dió un golpe directo a mi corazón, me está dando un paro cardíaco.

Se llama amor.

No, se llama querayosestápasando.

Oh, y por si fuera poco, Alexa me colgó hace ya un minuto.

—¿Joanna?

—¿Eh? —reacciono.

—¿Puedo pasar?—me sonríe, burlón.

—¿Eh? ¿A dónde?—llevo la mirada a mis pies y a los de él que ya hacen un pequeño poso de agua—, al departamento, claro.

Lo escucho reír cuando pasa, sigo mirando al suelo, antes de cerrar la puerta, camino y dejo el paquete de tostadas en alguna parte, busco unas toallas y limpio el pequeño charco. Para cuando termino, tengo una sensación extraña, así que volteo al pasillo y veo cinco cabezas ya conocidas asomadas en diferentes puertas.

Bufo antes de levantarme y cerrar la puerta a mis espaldas, mi mirada recae en Zack, que sigue sacándose las botas casi al pie de la puerta para no hacer más desastre.

Estoy por decir algo pero callo al instante, no se qué decir de todo esto, creo que mi mente sigue procesando toda la información.

Me acerco hacia él, no se detiene en lo que está haciendo, ni cuando tocó su cabello para comprobar que está todo mojado.

—Vas a resfriarte—susurro, captando su atención.

Me dirijo al cuarto de baño y tomo algunas toallas de forma rápida, cuando regreso él está en el mismo lugar que antes, lo sujeto de la muñeca y lo llevo al sofá más cercano.

—Él sofá se va a ensu...

—Siéntate —lo Interrumpo de mala gana— ¿Estás loco? A quien se le ocurre salir sin una sombrilla, más con el clima de estos días.

—Conducía la moto.

—Luego te enfermas y te quejas como idiota—le digo mientras seco su cabello de forma rápida.

—¿Estás preocupándote por mí, Joanna?—no veo su rostro, pero puedo jurar que ha sonreído.

—Estoy enojada, siempre haces estas cosas y tengo que salir a la ayuda—sigo secando su cabello hasta que siento sus manos sobre mis muñecas, deteniendome.

Me aparta un poco antes de subir la mirada a mis ojos, sus ojos brillan con las luces arriba de mí y más que eso, una sonrisa que me eriza la piel.

—No vine para que me cuidarás, Joanna.

Soltó mis muñecas y aparté mis manos de su cabellera, me senté en el sofá que tenía a mis espaldas.

—Yo no pensé que... lo harías.

—¿El qué? ¿Trabajar? —Asentí—, Nunca antes lo había hecho—admite, sin cambiar su semblante.

—¿Por qué lo hiciste?

—No estaba dispuesto a disculparme por algo que te hizo bien—admite, sin cambiar su semblante— Recuerdo haberlo dicho.

—¡Pero pensé que bromeabas!

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