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CAOS

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De no ser por el silencio sepulcral que se ha formado desde que Phil Parck ha cruzado la puerta del comedor para unirse a nosotros. Podría decir que todo estaba bien.

Bien para morirse de la tensión.

Zack seguía tomando mi mano libre con fuerza y a penas había tocado la comida o levantar la cabeza con el ceño fruncido y olas de indiferencia navegando en sus ojos, era evidente que toda esta situación se debía a una cosa que yo no sabía.

Melanie había intentado sacar varios temas de conversación a lo largo del tiempo, temas que, por supuesto yo correspondía para aligerar un poco el ambiente. Claro que al final esa tensión solo disminuía un poco y cada vez que se cerraban las ideas crecía un poco más.

Decidí mirar a Rouse, que justo se había sentado frente a mí con una sonrisa algo preocupada.

¿A caso debía preocuparme yo igual?

—Pues vale... Joanna, Zack nos ha contado que estudias literatura ¿No es así?—asentí—, Me parece una carrera genial ¿Que se siente crear tus propios libros?

Este tema en particular siempre me había fascinado y solían salirse algunas chispas coloridas de mis ojos cada que hablaba de lo que más me apasionaba.

—Es genial en todos los aspectos, poder crear puertas nuevas a diferentes mundos los cuales tu puedes manejar es tan emocionante como ver el atardecer más hermoso. Escribir ha sido una de las pocas cosas que me han pasado.

—¿De las pocas cosas?—Phil se introdujo en la conversación.

—Bueno... a veces estamos en una montaña rusa. A veces arriba y otras a bajo —fue mi mejor comentario al respecto.

—Totalmente de acuerdo Joanna ¿Tienes algún escritor favorito?—Abrí la boca para contestar pero mi mano sentía más presión, miré por debajo de la mesa y noté lo tenso que estaba Zack.

Con mi mano libre empecé a acariciarle y a medida de eso fue suavizando su semblante.

—Creería que Julio Verne o quizá Stephen king...

—Veo que te dejas llevar por ciertos estereotipos.

—¿Perdone?—su pregunta me había dejado algo descolocada.

—Phil.

—No he dicho nada malo—le dice a su esposa—, Claro que es imposible que una adolescente pueda reconocer a más autores fuera de lo más reconocido—lleva una cucharada de comida a su boca sin quitar la mirada de mi.

—En realidad yo...

—¿Tus padres pagan la carrera?—soltó para mi sorpresa.

—N-no, yo...

—¿Entonces tienes un buen empleo?—Mis mejillas cobraron un color carmesí, junto a tantas preguntas juntas me sentía algo insuficiente para estar allí presente.

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