50; Final

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Una ruptura amorosa se siente cómo si estuviese pasando por una quemadura en el interior del pecho y la manera de sanar es un verdadero desafío con el que tengo que lidiar.

No sabía que iba a doler tanto, sobre todo las despedidas.

Lo odio, lo detesto.

Le echo un vistazo al resto de mi familia que no se dan cuenta todavía de lo que me pasa mientras están tratando de armar el tobogán de Bastián en el jardín y a la vez controlan el asado.

—¿Te transpiran los ojos o estás llorando?—me pregunta mi hermano a mi espalda en un tono de burla.

Thomas se deja caer a mi lado y le echo un vistazo rapido, el que está todo transpirado es él.

—No quiero hablar.

—Dale, contale a este bombón que te pasa.

Me sacude de los hombros mientras me apura cómo un salvaje.

—Terminé, bueno mejor dicho, tuve que dejar a...—no termino de hablar que me interrumpe.

—¿Dejaste a Rodri?—Thomas se levanta de un salto alzando los brazos con desesperación—¡No! ¿Por qué? ¿Qué pasó? ¿Por qué no me contaste antes?

Los ojos parecen que se le van a salir de tanto que los abre. Frunzo el ceño con confusión, me levanto del sillón y le sujeto los hombros para que su pánico desaparezca por qué está exaltado. Respiro hondo antes de que se me termine la poca paciencia que tengo últimamente.

—No dejé a Rodrigo, pelotudo.

Su semblante se relaja inmediatamente y toma una bocanada de aire cómo si le faltara.

—¿Entonces? ¡Terminas de decir que dejaste a Rodrigo, taradita!

Niego con la cabeza a lo que él se confunde más, cómo le cuesta al pobrecito.

—¿Me dejaste y no lo sabía?

La voz de mi marido nos hace voltear en su dirección, el pobre sigue batallando con el tobogán de nuestro hijo junto a mi papá, todavía no encuentran la manera de armarlo.

—No, este tarado entendió mal. Lo que estaba queriendo decir, es que tuve que dejar la comida con grasas malas por petición del nutriólogo, cómo nos dijo—aclaro.

Rodrigo ríe y Thomas me tira del pelo, de un manotazo me lo saco de encima.

—Estaba a punto de darme un patatús por tu culpa, estúpida. A veces sos tan rara, ¿cómo vas a llorar por eso?

¿Cómo no voy a llorar por eso? Esa es la pregunta.

—¿Y que querés que haga? Me ponen doritos con palta justo al frente y yo no puedo comer, me hacen sentir mal.

—Amor tranqui, podés comer igual. No seas tan dura con vos misma—ríe.

Niego con la cabeza y evito mirar esos doritos que me están tentando hace diez minutos.

—No, paso.

Thomas intercala la mirada entre los dos llevándose una mano a la barbilla cómo si analizara la situación.

—Mhm, ¿y por que no podes comer grasas malas? ¿Tenés un desfile en estos días o pasó algo más?

—Ninguna de las dos.

Él le hace un gesto a Rodrigo para que le diga que pasa pero mi marido se hace el boludo.

—No les creo una mierda pero bueno, no me vuelvas asustar así porque termino llorando yo pelotuda.

Bastián; Rodrigo de PaulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora