Las hermanas Russell han pasado por una horrible experiencia que las ha cambiado por completo.
Milly es la más popular, la más hermosa y con un novio que es el capitán del equipo. Pero ese hombre no la hace feliz y la tóxica relación que tienen la h...
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«Jamie era capaz de hacer cualquier cosa, brillar por sí misma. Solo necesitaba un poco de ayuda para que ella pudiera salir de esa oscuridad en la que estaba sumergida»
Colson.
Los delicados y último rayos de sol de aquella hermosa tarde entraban por aquella ventana, reflejándose en las paredes del cuarto de aquella joven pelirroja.
El viento, suave, movía las cortinas blancas y casi trasparentes de aquel lugar mientras las 2 personas que se encontraban dentro, estaban con sus manos demasiado ocupadas.
El sonido de cada uno podría ser más que obvio por la actividad que estaban ejerciendo tanto Jamie como Colson en aquel diminuto cuarto con aquellos rayos solares del atardecer.
Estaban solos en aquel piso, por lo consiguiente la puerta de su cuarto estaba abierta de par en par, con vistas al salón y al resto del piso, mientras que su hermana pequeña había salido a hacer algunos recados.
Los delicados acordes de aquella melodía que estaba puliendo Colson con su guitarra mientras tarareaba una canción, tratando de buscar alguna inspiración, era música para los oídos de Jamie, quien se encontraba dibujando en su ordenador para el siguiente capítulo del videojuego que saldría pronto.
Colson, que mientras sus largos dedos tocaban las cuerdas de aquella guitarra, observaba hacia aquella joven tan centrada en su trabajo. Él no pudo evitar sonreír.
Pero Jamie estaba tan distraída en su mundo, en sus problemas propios, que no conseguía inspirarse para dibujar absolutamente nada. Solo podía pensar en el chico que tenía sentado sobre su cama, notando la mirada de él en su nuca, a la vez que ella deseaba confesarle algunas cosas que solo había confesado a su hermana y a su psicóloga.
Ella arrugó su frente al seguir notando la mirada de Colson sobre ella. Se giró para mirarlo.
—¿Que ocurre? —cuestionó, dejando de lado por un solo segundo, sus problemas.
Colson, sin dejar de tocar la guitarra, apoyado en la pared y sentado sobre la cama de aquella joven, negó con delicadeza.
—Te ves hermosa con el cabello suelto.
Jamie no pudo evitar sonrojarse.
—¿Como te encuentras? —preguntó Colson al notarla distraída.
Jamie soltó su lápiz digital y soltó un fuerte suspiro que hizo alejarla de su escritorio lleno de lápices de colores, cuadernos y fotos pegadas en la pared.
—¿Sabes ese momento que quieres hablar, pero a la vez quieres seguir guardándotelo? —confesó, mirando una de esas fotos.
Colson no dejó de mirarla, sabiendo a lo que se refería.
—Lo sé muy bien.
Ella dejó todo lo que estaba haciendo y observó aquella puerta abierta que había dejado de su cuarto, alargando el cuello para mirar aquel cuarto que estaba al fondo del piso, cerca del de su hermana y que estaba cerrada con llave. El cuarto de su madre y al que no era capaz de entrar después de aquel fatídico día.