Parte 25

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ISAGI

Lo primero que hago al despertar es estirarme, compruebo la hora en el reloj de la mesita de noche y me doy mi tiempo de quedarme embobado viéndome un pie porque me he despertado a buena hora, también miro a mi lado, Rin está en su cama, tiene las piernas en posición india y las manos a cada lado.

— ¿Haces yoga? — pregunto. Tal vez porque nunca me levanto temprano es que no le conocía esta faceta suya.

No me responde, sigue concentrado en lo que sea que esté haciendo y de su garganta sale un "oom" tan suave que me sorprendo. Tiene el pijama de la escuela, el flequillo recogido hacia atrás con una pinza y los rayos de sol que entran por la ventana le dan ese aire seductor y misterioso que le caracteriza sin siquiera esforzarse.

— ¿Rin? ¿Ya casi terminas?

Me pongo de pie y voy al baño, pienso que cuando termine de lavarme los dientes él ya estará dispuesto y me hablará, pero cuando salgo lo único que veo es lo mismo que cuando me desperté.

— Riiiiiiin —me aseguro de alargar las ies lo más que puedo para aturdirlo y que me haga caso, lo único que obtengo es un dedo levantado, indicándome que le de un momento —. Tomaré una ducha —digo—. ¿Vamos a comer después?

Abre los ojos, me mira y los entorna, ha perdido su pose de yoga y viene hacia mi, me envuelve entre sus brazos, pegándome a su pecho mientras deja un beso en la coronilla de mi cabeza.

— ¿Es una sugerencia con doble sentido? —murmura cuando une sus labios con los míos —. Porque podría comerte otra vez.

Otra vez...

Eso me recuerda la noche anterior, después de ir a cenar perros calientes, regresamos a la universidad porque no quería arriesgarse a ir hasta su casa y levantarnos tarde, entonces yo dije «¿levantarnos?» y él dijo «ajá» y supe que iba a quedarse a dormir conmigo.

Cuando entramos, sus manos ávidas se encargaron de desnudarme y procedió a hacer conmigo lo que le vino en gana y claro, yo me dejé.

Sacudo mis recuerdos, centrándome en Rin nuevamente y me alejo de él, dándole un golpe en el pecho.

— No, hablo de comer de verdad. Tengo hambre.

— Vale —acepta —. Vamos a bañarnos entonces.

La ducha toma más tiempo de lo esperado, para cuando nos damos cuenta, nos quedan escasas horas para ir a desayunar e ingresar a nuestras clases, nos vestimos como locos y salimos de la habitación de la misma forma, me manda a mis clases y a regañadientes obedezco porque tengo hambre y no alcanzamos a desayunar, pero cuando aparece veinte minutos después, disculpándose con el profesor y entrando a dejarme el desayuno hasta mi lugar, lo único en lo que puedo pensar es que va a doler cuando deje de comportarse así.

Me guiña un ojo, su rostro no parece inmutarse a pesar de saber qué hay varios ojos puestos en nosotros incluidos los del profesor, que se aclara la garganta para llamar nuestra atención porque nos hemos quedado más tiempo del necesario mirándonos.

— Te veo luego —dice, y se va.

Es al final de la última clase que decido afrontar mi realidad y presentarme para hablar con el director.

Estúpido error, ¿intencional? [Rinsagi +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora