Parte 31

1.9K 238 105
                                    

— ¡Aceptaste que eres gay!

— ¿Cuándo? Estás loco.

Estoy parado en la cama, apuntando a Rin como si de un culpable se tratara, me estoy riendo mientras él me mira desde abajo con el ceño fruncido y los brazos en jarras.

— Lo dijiste, no te puedes arrepentir.

Rueda los ojos.

— Oyes cosas que no.

— ¿Entonces no eres gay?

— Bisexual, tal vez.

— Ah.

— ¿Qué?

— ¿O sea que también te pueden gustar las chicas?

Rin asiente, se acerca a mi, que he dejado de brincar pero sigo de pie en la cama, me abraza por la cintura y me carga hasta dejarme en el suelo.

— Pero me gustas tú, ¿no es suficiente?

— Pero te pueden gustar otras chicas —sigo.

— Y a ti otros chicos, es lo mismo.

Lo pienso un poco, sus manos me hacen cosquillas en la parte baja de la espalda.

— Bueno, es justo.

Me pongo de puntitas y le doy un beso en los labios, él me acepta sin titubear, nos besamos hasta que nuestros labios quedan hinchados, separándonos de vez en cuando por aire.

¿Mencioné que Rin está desnudo?

Siento su miembro crecer con cada segundo que pasamos besándonos, se sienta en la cama y me lo señala con la mirada, sonriendo.

— Móntame.

Una sonrisa se ensancha en mi rostro, sus ojos esmeralda me miran de forma provocativa, me deshago de la ropa que me estorba y hago caso, le rodeo el cuello con ambas manos mientras paso mi pierna por encima de las suyas y me siento despacio, cierro los ojos y ahogó un jadeo de dolor, me pego a su pecho, sintiendo su polla palpitante presionando contra mi entrada y haciéndose más grande conforme va entrando.

El dolor es mental, me repito.

Cuando estoy listo, abro los ojos y Rin me está viendo, está serio, sus pupilas dilatadas y los labios entreabiertos.

— Mierda, como me gustas... —murmura.

Me toma del cabello y me besa, se toma su tiempo para empezar a moverse y yo lo ayudo un poco, intentando cabalgar lo mejor posible porque no soy un experto, mis pezones se sienten irritados al tacto de su piel, la yema de sus dedos me rozan, hacen círculos al rededor de ellos y los aprieta cuando no estoy prestando atención, los retuerce y estira mientras el sonido de nosotros chocando se intensifica.

Deja de besarme para chuparme el pecho, lame mis pezones y luego sopla, el aire frío me provoca escalofríos, estoy erecto, tengo los pezones parados y la piel de gallina y eso parece gustarle porque me mira detenidamente de abajo hacia arriba, se muerde los labios y vuelve a atacarme con su lengua.

No sé cómo pero consigo subir los pies a la cama y quedar como si estuviera en cuclillas, tomando el control de los movimientos con mi cadera, Rin me separa las nalgas para mayor intensidad, echo la cabeza hacia atrás porque es demasiado, se siente demasiado bien y no quiero terminar aun.

Mis uñas haciendo mella en sus hombros, detrás de su cuello y en su espalda, ya no me preocupa que se puedan escuchar mis gemidos del otro lado de la habitación, es la primera vez que Rin deja demasiadas marcas, desde mi cuello hasta el abdomen, se pone de pie conmigo aferrado a su cintura, me recuesta en la cama, me separa las piernas y se las pone en los hombros y vuelve a entrar, esta vez más duro, el gruñido que se le escapa me sorprende, no recuerdo haberlo escuchado ser tan ruidoso antes.

Llegamos al orgasmo con segundos de diferencia, se corre dentro de mí y antes de que pueda hacer o decir nada, comienza a estimularme el pene, me masturba con las manos y se lo mete a la boca, no me opongo porque estoy demasiado excitado como para pedirle que pare, los sonidos de su boca me ponen demasiado caliente, siento que estoy a punto de correrme una segunda vez y me concentro para no hacerlo porque me está gustando demasiado que me la chupe.

Al final, termino en su boca, se traga el semen y me besa. Nuestros sabores mezclándose con cada gota de sudor y saliva, sus dedos recorriendo mi abdomen, jugando con mi pecho.

— Tú cara está roja —dice —. Como cuando te encontré masturbandote.

Abro la boca con sorpresa e indignación y le golpeo el pecho.

— Cállate, no tienes por qué recordar eso.

— ¿Por qué no? —se ríe —. No sabes lo duro que me puse esa noche pensando en ti.

Jadeo.

— Me dijiste cosas feas —me quejo —. No creo que haya provocado mucho en ti.

Alza las cejas, se apunta y luego a mi.

— Yo no llamaría a esto provocar nada. Literalmente me tienes a tus pies ahora —señala el suelo, está de rodillas porque no se ha parado desde que terminé y me río.

— Te tendré a mis pies cuando nos casemos.

Su rostro serio.

— Apenas me confieso y ya te quieres casar, ¿debería correr?

— No te atrevas —sentencio —. Soy muy vengativo.

— No pretendo ir a ningún lado.

Después de otra sesión de besos y toqueteos, nos metemos a bañar y vamos a clase, para este punto no es extraño para nadie vernos tomados de las manos ni despedirnos de beso, menos en la clase del profesor Adam, que nunca nos dice nada y simplemente espera a que entre para dar su clase.

Nos mensajeamos cada cierto tiempo para ver si estamos bien, también me pregunta si necesito que me traiga algo o que coma conmigo o si alguien me ha molestado recientemente, respondo que estoy bien y lo único que necesito son sus besos, entonces, cuando suena la campana para anunciar el fin de la clase, al poco tiempo Rin aparece en la puerta, me llama con la mano y cuando salgo, acuna mi cara con sus manos y me besa.

La risita tonta que me saca después de eso me confirma que estoy jodido.

Estoy enamorado de Rin.

— ¿Vamos a mi casa hoy? —pregunta cuando deja de  besarme.

— Sip.

— Bien, ¿a qué hora terminan tus clases?

— A las seis.

— Paso por ti entonces. Tengo tiempo libre desde las cuatro, pasaré a comprar unas cosas y después vengo por ti, ¿si?

— O podríamos ir juntos a comprar —digo —. ¿Podemos?

Me sonríe y asiente.

— Claro, te veo más tarde, cariño.

Me da un beso y se aleja, dejándome con el corazón a punto de salírseme del pecho.

Estúpido error, ¿intencional? [Rinsagi +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora