Capítulo 10

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Se lleva la mano al rostro de manera instantánea, su mejilla ha comenzado a enrojecer con rapidez y sé que le dolerá, si no es que ya lo hace

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Se lleva la mano al rostro de manera instantánea, su mejilla ha comenzado a enrojecer con rapidez y sé que le dolerá, si no es que ya lo hace. A mí me arde la mano a causa del impacto, lo he golpeado con más fuerza de la necesaria y me siento tremendamente culpable. El enojo ha disminuido un poco, como si el cachetazo hubiera dado off a mis emociones y, por fin, puedo apreciar las consecuencias de mis actos.

No estoy orgullosa. He caído muy bajo, he llegado a un límite que jamás me he imaginado cruzar.

—¡Oye! —exclama con sus ojos dorados brillando como locos—. ¿Y eso por qué ha sido? —Frota su mejilla mientras me observa con enojo.

Está realmente furioso. Eso nos hace dos, querido.

—¡Una película porno! —exclamo, sin importar que alguien pueda oírme terminando de perder los estribos y dejando que el nudo de emociones que pesa en mi pecho, se liberen—. ¡Me enviaste a audicionar para una película porno!

El entendimiento llega a sus ojos, cruza sus facciones y una sonrisa lobuna comienza a formarse en su rostro insoportablemente apuesto. Como si no fuera horrible la situación, suelta una carcajada, por completo extasiado con lo que ha hecho.

Está demente.

—Ahora se denominan películas eróticas o con contenido adulto —me corrige quedándose con la parte menos importante de lo que he dicho.

Contengo las ganas de gritar y de darle otra abofeteada.

—¿Quién te ha lastimado tanto en la vida para que vengas a joderme a mí? —digo con un hilo de voz—. ¡¿Por qué demonios me molestas si lo único que he hecho ha sido frotar tu lámpara por error?!

Ya está, he perdido la cordura, esa es la única explicación. Tengo los ojos aguados, me duele la garganta y comprendo que estoy a pocos segundos de largarme a llorar como una niña pequeña que va a montar un berrinche. Me siento humillada, ultrajada e insultada. No puedo entender sus razones y eso me enfada y entristece aún más. ¿Por qué? ¿Qué le he hecho yo para que me trate así?

—No es personal —murmura, dejando las risas de lado y escondiendo las manos en los bolsillos delanteros de sus pantalones—. Tan solo es algo que hago.

—O sea que solo eres mala persona. Te diviertes haciendo que los demás pasen un mal rato. Disfrutas ver la miseria de los demás.

Y sí. Cómo no. He comenzado a llorar como una completa y grandísima bebé. Las lágrimas caen con rapidez de mis ojos, surcan mi rostro y manchan mi piel. Se me agita la respiración y quiero abrazarme a mí misma, consolarme porque sé que no hay otra persona que vaya a hacerlo. Pero también sé que no lo dejaré llenarse de satisfacción por haberle lastimado. No le daré ese poder. Con la fuerza de voluntad que me ha mantenido entera todo este tiempo, me seco la humedad del rostro con furia, enojada conmigo misma por mostrar debilidad ante él.

Deseos imposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora