Me lleva más días de lo pensado recuperarme, pero, después de lo que parece una eternidad, salgo de la cama, sin rastros de enfermedad ni estornudos sonoros cada pocos segundos. Milo y Gertrudis me cuidaron cuidado día y noche; se aseguraron de que coma y descanse. Me pusieron paños húmedos en la frente cuando la fiebre me subía y me arroparon cuando caía rendida. A pesar de no haber tenido la oportunidad de decírselos, estoy agradecida con ellos.
Pese a lo mal que me sentí, tuve una parte favorita. Mi jefa espantaba al genio cada noche porque temía que intentara algo conmigo, aunque claro que ella no sabía que él regresaba cuando la mujer no lo veía. Después de todo su casa está dentro de la mía. Literalmente.
¿Quién diría que podría encontrarle algo positivo a un resfrío?
La tienda está casi vacía hoy lo cual es una sorpresa en comparación a las agotadoras semanas que hemos tenido, aunque no lo es tanto considerando que es un día feriado y la gente ha salido de la ciudad en busca de tranquilidad. Sin embargo, algunos curiosos llegan con las horas y compran artículos y se embelesan con historias. Nada comparado a la locura de los días anteriores donde con suerte podía tomar un respiro y es un alivio ya que me ayuda a recuperar el ritmo.
El genio lee un libro perdido entre las estanterías y yo me entretengo alimentando a los peces que parecen haberme perdonado después de todo. Hemos hecho las paces y pasado la página. El pez favorito de Trudis sigue con uno de sus ojos hinchado, pero no es tan visible como en los primeros días. ¿Debería llevarlo al veterinario?
Cuando termino, miro el diario, recorriendo las noticias sin encontrar nada interesante. El mundo parece haberse puesto en pausa. Sin siquiera notarlo, llego a la parte de empleos y leo por encima los puestos solicitados. Mis ojos se agrandan al encontrar uno en particular y, conteniendo una carcajada, acorto la distancia que me separa del muchacho. Escondo el periódico tras mi espalda y lo observo leer en silencio. Parece una historia sobre ciencia ficción, probablemente algo escrito por Verne.
—Estaba leyendo y encontré algo que podría interesarte.
Lo escucho suspirar y cierra el libro, utilizando un papel como marcapáginas. Eleva la mirada y sus ojos color dorados intensos se posan en mí. No ve agradable mi interrupción.
—¿Habla sobre un asesino en serie que busca como presas a muchachas que interrumpen a los lectores? —bromea o eso creo.
—Nop.
—¿Entonces?
Le enseño las páginas grisáceas del periódico para luego señalar un anuncio en particular que destaca de los demás.
—Necesitan enfermero, creo que podría darte referencias si las necesitas.
Tan rápido que no me da tiempo a reaccionar, toma el diario, hace una bola el papel y la tira hacia mí. Me encojo para evitar que me golpee y cae inerte a mis espaldas sin producir ni un ruido. Suelto una carcajada entonces, no pudiendo aguantar un segundo más sin reír. Su rostro es un poema, está enfadado, pero a la vez entiende la broma a la perfección y parece divertirle.
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Deseos imposibles
Teen FictionAtrapada en la rutina y sofocada por un empleo rutinario, Daiana lamenta haber dejado la granja familiar en busca de un sueño que carece de raíces y, con ella, a sus cinco hermanos y a sus tradicionales padres. Derrotada y sin esperanzas, sabe que l...