Lo primero que percibo al despertar es el aroma a café recién hecho, ese dejo tostado y amargo que tanto me gusta. Abro los ojos con lentitud, acostumbrándome a la luz solar y a la molestia que siento en la vista. Con ayuda de mi codo me incorporo en la cama hasta quedar sentada mientras me restriego el rostro y ruego a los dioses que mis ojos no estén tan hinchados como me imagino.
Milo se mueve con soltura por la pequeña cocina, parece que está haciendo huevos revueltos y tostadas, no se ha dado cuenta todavía que lo observo. Tallo mis ojos con fuerza de nuevo para hacerme a la idea de que es verdad lo que veo; hago una mueca de dolor, sin dudas están como dos balones y enrojecidos. ¿El genio en verdad cocina para mí o sigo durmiendo y esto no es más que un sueño bonito?
—¿Milo?
Gira su cuerpo hacia mí, nuestras miradas se encuentran y me dedica una sonrisa que amenaza con dejarme sin aire. Sus perfectos dientes blancos se dejan entrever en su sonrisa y sus ojos dorados son un fiel reflejo de la curvatura de sus labios, de su buen humor. Me debato una vez más si sigo soñando o tan solo he despertado en un universo paralelo donde Milo es un ser humano amigable.
—Buen día —me saluda con buen ánimo—. ¿Te sientes mejor, Pop? No quise despertarte.
Asiento, sin saber que decir.
—¿Te desperté?
—No, solo el increíble aroma que hay aquí dentro.
Ayer, luego de hablar con Anna, Milo me consoló y acompañó hacia el departamento mientras yo lloraba a moco tendido, siempre rodeándome con sus fuertes brazos como si temiera que me desvaneciera en cualquier momento. Se quedó a mi lado en la cama mientras sobaba mi espalda y soltaba palabras reconfortantes que ayudaron más de lo imaginado. Incluso me sirvió varios vasos con agua, se aseguró de que los tomara y me brindó un pequeño calmante para que lograra descansar y así olvidar por algunas horas la cruda realidad.
Anoche, en el medio de la anestesia dada por el dolor de una posible pérdida, me pareció una persona distinta a la que conocí en la tienda ese día tan desafortunado cuando apareció con sus pantaloncillos de gimnasia y que me había dado un susto de muerte.
Ahora también parece otra persona.
—Espero que tengas hambre porque me he lucido —continúa—. Tantos años de vida me han dado la increíble capacidad de cocinar como un chef.
—Iré a lavarme —anuncio aún conmocionada por su atención.
Mis pasos resuenan en el silencioso apartamento mientras Milo vuelve a sus labores culinarias. No tardo en lavar mi cara y mis dientes, hago una mueca al notar que me ha llegado el período, tan puntual como todos los meses, pero no le doy mayor importancia. Tarde o temprano tenía que llegar este horrible momento del mes y puedo usarlo de excusa para mi mal humor.
Vuelvo sobre mis pasos poco después y me siento en la pequeña mesa.
—Buen provecho, Pop.
Deposita un plato frente a mí con fruta, tostadas y huevos, así como también una taza humeante de café con leche. No desayuno algo así desde que me fui de casa y me refiero a la primera vez, a la huida. Él, por su parte, se queda de pie, descansando su cuerpo contra la mesada y, sin despegar los ojos de mí, le da un sorbo a su propia taza.
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Deseos imposibles
Teen FictionAtrapada en la rutina y sofocada por un empleo rutinario, Daiana lamenta haber dejado la granja familiar en busca de un sueño que carece de raíces y, con ella, a sus cinco hermanos y a sus tradicionales padres. Derrotada y sin esperanzas, sabe que l...