Capítulo 25

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Cuando compré la granja de mis padres, luego de unos días de miedo profundo y pensamientos frenéticos, creí que lo peor había pasado, que el resto del fin de semana sería tranquilo en Valle Verde y que podría relajarme con mi familia

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Cuando compré la granja de mis padres, luego de unos días de miedo profundo y pensamientos frenéticos, creí que lo peor había pasado, que el resto del fin de semana sería tranquilo en Valle Verde y que podría relajarme con mi familia. Olvidé por completo a mi ex novio y que su mayor deseo siempre fue trabajar en el banco del pueblo, el mismo que administra su familia hace décadas. Al menos uno de nosotros cumplió sus sueños. El problema es, claramente, que ahora tengo que verlo y no estoy preparada para encontrarme con él.

Llegamos al centro del pueblo hace unos tres minutos y desde entonces no puedo bajar de la camioneta. Mi cuerpo está tieso como un maniquí y se rehúsa a moverse. Tampoco es que mi mente quiera moverse. Todo mi sistema se ha complotado contra mí para recordarme lo idiota que puedo ser cuando se trata de Milo y de Valle Verde. Sin embargo, tengo que moverme. Tengo que formalizar la adquisición de la granja y si no lo hago hoy, volverá a subastarse y todo será por nada.

Doy profundas exhalaciones y me brindo ánimos antes de poder abrir del vehículo. Milo tiene su atenta mirada sobre mí, no ha dicho nada, tan solo me ha estado estudiando los últimos minutos como si hubiese perdido la cabeza. Quizás lo he hecho, siento que el pecho me va a explotar. Estoy nerviosa, nerviosísima. Creo que me orinaré en los pantalones si no consigo calmarme pronto.

Los recuerdos llegan a mí como cascadas y tengo que reprimirlos para no reaccionar ante ellos. Besos, promesas, encuentros secretos, escapar de casa en medio de la noche para verlo junto al granero. Nuestra historia parecía una maldita novela de amor hasta que llegó el momento de elegir y solo puedo decir que en la vida real los finales no son felices.

Suspiro una vez más.

—Oye, ya —se queja el genio con cansancio, no me sorprendería que a él también le duela la cabeza con todo lo que pasa por la mía—. No puede estar tan bueno.

Mis ojos se posan sobre él, sorprendida por sus palabras y, en parte, agradecida porque me haya sacado de un golpe de los recuerdos. Una vez más, encuentro ese brillo extraño en sus ojos dorados y una clara mueca de fastidio en su atractivo rostro.

—No es eso. Es que... —Bufo sin poder encontrar las palabras—. Es complicado.

—Vaya, te conviertes en un idiota solo de pensar en él.

—No es gracioso, Milo.

—Depende quién lo mire. A mí me parece graciosísimo.

—Eso es porque tienes el corazón de piedra.

—Eso es —dice con satisfacción—. Piensa en cuánto me odias mientras hablas con él, imagínate asesinándome y colgando mis tripas como cortina. Verás que eso te ayudará a no tartamudear.

—No te odio —aclaro—. Y es bastante oscuro lo que propones.

Esboza una sonrisa ladeada.

—Claro que no, Pop. Soy el hombre de tus sueños.

Deseos imposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora