Capítulo 22

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Varias decenas de ojos se posan sobre mí y trago con fuerza, intentando mantener los nervios a raya y no flaquear

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Varias decenas de ojos se posan sobre mí y trago con fuerza, intentando mantener los nervios a raya y no flaquear. No puedo lucir indecisa o no me tomarán en serio porque, siendo sincera, ¿qué empleado del banco le haría caso a una jovencita nerviosa y que ha ofertado tantísimo dinero? Me es difícil mantener los papeles ya que mi familia me observa desde lo lejos, medios sorprendidos y medios confundidos; seguro se preguntan si no están viendo mal y si en verdad estoy allí. Tengo que reunir una cantidad impresionante de autocontrol para no correr hacia ellos, abrazarlos y decirles que siento muchísimo haber ido. En su lugar, repito mi oferta con voz fuerte para transmitir seguridad.

—Tres millones de dólares.

—¿Alguien más desea ofertar? —El martillero estudia a los presentes, en especial a las dos personas que se disputaban la granja de mis padres—. Tres millones a la una. Tres millones a las dos. ¡Vendido a la señorita de traje negro por tres millones de dólares!

Siento que puedo respirar otra vez y me doblo sobre mí para poder tranquilizarme. El corazón me late con fuerza y un pitido agudo me martilla los oídos. El cuerpo me tiembla, de pronto solo soy una hojita en un fuerte huracán.

Apoyo mis rodillas sobre el suelo, al igual que mis manos y cierro los ojos. Necesito sentir el suelo firme, algo estático que no se mueva como todo a mi alrededor. He vivido una pesadilla en las últimas horas y por fin se ha terminado. He salvado la granja de la familia y ya nada más parece importar. No importa cómo voy a explicar la situación, no importa que ahora parece que tengo un novio llamado Milo, no importa que un genio aún me deba un deseo y mucho menos importa mi fracasada carrera actoral.

Siento una mano pesada y cálida en mi espalda, que la recorre de arriba abajo buscando tranquilizarme. No necesito mirar para saber de quién se trata.

—Oye, está bien. Se ha acabado ­—me susurra con tono tranquilo—. Ganaste, Pop.

Dirijo mi mirada hacia Milo, quien se encuentra en cuclillas a mi lado brindándome una sonrisa amistosa. Correspondo su sonrisa a mi manera, con un tembleque en los labios y lágrimas en los ojos. Sin saber qué más hacer, lo abrazo dejándome llevar por la necesidad de dejarme caer sobre los brazos de alguien. Suelta una leve carcajada en mi oído ante el inesperado contacto físico, pero no discute, sino que envuelve sus brazos a mi alrededor. Su perfume me llega como una ráfaga suave y mi respiración se tranquiliza de a poco.

—Lamento interrumpir este hermoso momento —interviene Isabella con un tono que podría decir que es de burla, aunque no estoy segura—. Debes ir con el empleado bancario, prima. Te está esperando y todos te están mirando, dicho sea de paso. Y luego, por si te había olvidado —añade y ese tono sí es de burla—, debes explicarle a tu familia, incluyéndome, como diablos conseguiste tanto dinero.

Me separo del genio y pronto me pongo de pie con su ayuda. Mis rodillas aún tiemblan y mis manos parecen tener algún tipo de problema porque no se mantienen firmes. Los participantes de la oferta pública se están retirando, dedicándome una mirada extrañada en el proceso. Encuentro algunas caras familiares, vecinos que han venido a apoyar a mis padres y hermanos.

Deseos imposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora