Capítulo 12

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Convencer a Ximena de ayudarme resultó pan comido, en el momento en que le dije que podía tomar fotos e inventar historias estuvo cien por ciento adentro del plan

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Convencer a Ximena de ayudarme resultó pan comido, en el momento en que le dije que podía tomar fotos e inventar historias estuvo cien por ciento adentro del plan. Gertrudis no estaba al tanto del plan, no quería que lo rechazara antes siquiera de saber si era posible. No le gustaban las redes, tampoco los teléfonos y no entendía la modernidad. Por esa razón, su hija y yo decidimos actuar a sus espaldas. Si salía mal, nunca lo sabría. Si salía bien, podría admitir que no todo era malo.

Esa misma mañana, Xime pasó por la tienda y, para sorpresa de todo ser vivo, se puso a limpiar hasta las ventanas para encontrar buena luz y capturar la esencia de los objetos. Tenía buen ojo y una buena cámara por lo que no tardó en estar conforme con los resultados obtenidos. Me ayudó a crear la cuenta, con mi escaso conocimiento de redes, y luego la publicitó a través de su página con al menos dos millones de seguidores logrando que los comentarios y likes no tardaron en llegar. Si se cansaba de ser escritora, podía dedicarse sin problema a ser influencer a tiempo completo.

Ahora, tan solo unas pocas horas después, la cuenta de Koskovish Antigüedades ya cuenta con más de diez mil seguidores y muchos mensajes prometiendo visitar pronto la tienda. Una mujer, incluso, nos pidió reservarle un juego de vajilla china.

—Bien, mi trabajo ya está hecho —anuncia sonriendo satisfecha—. Ahora, tú tienes que verte bien para cuando lleguen nuestros primeros clientes porque créeme llegarán antes de lo esperado.

—¿No crees que es exagerado que me cambie?

—Acabo de hacer un increíble trabajo de marketing, ni tú ni mi madre me lo echarán por la borda. Como te ven, te trata —me recuerda— y estamos promocionando una tienda de antigüedades de lujo. ¿Crees que nuestros clientes estarán de acuerdo si llegan y te ven con esos pantalones feos?

—Me los regalaste tú —le recuerdo.

—No sé en qué estaba pensando.

—Pompis...

—Por favor —me ruega.

No me queda otro remedio más que acceder, me ha ayudado con esta idea y puede que tenga razón. Subimos juntas hasta mi habitación tras cerrar la tienda por unos minutos y aprovechando que Trudis no está cerca para regañarnos. Bajo su atenta mirada, le muestro algunos atuendos más formales y acordes a un trabajo de oficina. Ropa que he obtenido de ella y de su hermana. Como no puede ser de otra manera, me obliga a probármelos y no me deja ir hasta que está conforme con uno.

—Ahora tu cabello —me indica.

La dejo jugar a las muñecas conmigo y en menos de cinco minutos, estoy peinada y maquillada de manera sencilla. A mí me habría llevado toda la tarde lucir así de fresca y profesional. Ni siquiera habría elegido por mi propia cuenta un pantalón sastrero y lo habría combinado con zapatillas blancas. Pero luce bien. Me siento bien.

Para cuando bajamos, justo al término del horario del almuerzo, los primeros clientes ya se encuentran reunidos en la puerta. Los invito a pasar con una sonrisa y juntas comenzamos a atenderlos porque está claro que sola no podré darles el traro adecuado.

Deseos imposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora