Capítulo 23

413 72 5
                                    

—No puedo creer que mi madre nos haga dormir juntos —me quejo ingresando a mi habitación, a punto de un berrinche—

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—No puedo creer que mi madre nos haga dormir juntos —me quejo ingresando a mi habitación, a punto de un berrinche—. Hace pocos años no me dejaba caminar cerca de los muchachos. Mandaba a mis hermanos para que los espantaran, si no lo hacía ella misma saliendo de la nada.

—¿No has pensado que quizás te creía promiscua? —se burla Milo.

Me dejo caer sobre la cama, ignorando su comentario. Mi habitación luce exactamente igual que cuando me fui, a excepción de la ropa de cama y las cortinas que se ven nuevas. Los afiches de Justin Bieber y One Direction colgados en las paredes, los peluches en las estanterías y las flores pintadas en el respaldo de la cama. Se nota que mi madre la ha mantenido limpia y no sé cómo me hace sentir eso. ¿Estaba esperándome o la usaba como cuarto de huéspedes?

Siempre tuve problemas para despegarme de las etapas de mi vida y mi cuarto es una muestra de ello. Los peluches son de mi infancia, las flores de mi pre adolescencia y los cantantes guapos de mi adolescencia. Desprenderme de todo aquello que me representaba siempre me ha costado y por eso fue una sorpresa para todos, incluso para mí, cuando tomé mi valija y no miré atrás.

—Salvaste la granja, te dejará hacer lo que quieras.

Utilizo mis codos para elevar mi cabeza de la cama y lo observo. Se ha sentado a horcajadas en la silla del escritorio de un tenue color verde agua y estudia mi habitación en el proceso.

—¿Dónde está tu frasco? —pregunto dándome cuenta que no sé dónde lo he dejado.

—En la camioneta de Gertrudis. Puedo ir a buscarlo si lo deseas —se ofrece.

—No, mis hermanos guardaron la vieja Ford en el granero. —Niego con la cabeza—. Te perderás en la oscuridad del campo y no quiero armar un equipo de búsqueda para rastrear tu cuerpo sin vida.

—Sabes que soy un ser mágico, ¿no? No me pierdo y, lo más importante, no me muero.

Ignoro su comentario una vez más.

—Espero que no seas de los que patean.

—Puedo dormir en el suelo y tú en la cama.

—Somos adultos, Milo. Podemos compartir cama sin que eso signifique algo.

El silencio se instala y vuelvo mi vista al techo. Me sorprende que esté siendo tan caballeroso, amable y atento. No se ha burlado de mí ni de mi habitación de la infancia. Ya tendría que haber hecho algún comentario sobre los posters y mi mal gusto por los hombres. ¿Por qué aún no ha cantado Baby en un tono agudo solo para molestarme?

—Lo has hecho a propósito —chillo cuando la realidad me invade.

Me siento de golpe en la cama y lo busco con la mirada. Claro que lo ha hecho a propósito, cómo no me he dado cuenta antes.

—¿Hacer qué? —Intenta lucir confundido, pero no lo consigue.

Ser mágico o no, es un pésimo actor.

Deseos imposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora