¿Quiero que se detenga?
Las preguntas se abren paso a tropezones, intentando superar mis sentidos eclipsados. La situación me parece irreal, como uno de esos sueños que me da vergüenza admitir. ¿En verdad quiero que el contacto de sus labios cálidos contra mi piel fría cese? ¿Quiero que su perfume deje de rodearme? ¿Quiero que se aleje y construya un muro de desigualdad a su alrededor para luego fingir por toda la noche que no me siento atraída por él? ¿Quiero por una vez ceder el control, darle el mando y que apague mis pensamientos que me han torturado por los últimos años?
¿Puedo admitir que lo que siento por él es más que un odio que ya no existe?
—No —me oigo decir en un hilo de voz—. No te detengas.
Sus ojos dorados recorren mi rostro por completo, buscando una grieta en mi armadura de seguridad. Busca algo que le haga entender que miento, que en verdad no quiero que siga. Indecisión, incomodidad, tristeza, cualquier cosa le sirve porque entiendo que él también tiene sus dudas sobre este momento, sobre pasar estos límites. Sin embargo, en mi expresión no encuentra nada porque deseo con cada célula de mi cuerpo que continúe.
¿Quiere él continuar?
La duda se desvanece en menos de un segundo cuando sus labios impactan contra los míos sin piedad. No voy a mentir, he fantaseado con este momento y puedo decir que es mucho mejor. Según mi estado de ánimo y cuánto lo odiara, a veces pensé que podría ser un gran beso, divertido, mientras que otras lo imaginaba con uno insulso. La realidad es como si el cielo se abriera para mí, ángeles descendieran y me llevaran al paraíso. Incluso es mejor que eso.
Sus labios se presionan contra los míos con brusquedad y tranquilidad a la vez, son suaves y cálidos al igual que el resto de su piel. Sabe lo que hace, lo que quiere y cómo liderar para conseguirlo. Me encuentro moviendo mis labios a la vez en una danza sin control que no deseo que acabe jamás. Con una prisa casi animal, su lengua me obliga a entreabrir mi boca para brindarle acceso y crea una explosión en mi interior. Él sabe a vino dulce y chocolate, los restos de alcohol en su interior son algo que no pensaba encontrar y mucho menos que me gustara. Me siento enloquecer, su sabor envuelve mi cerebro en una nebulosa y aumenta la temperatura de todo mi cuerpo.
Recorre cada centímetro con soltura y experiencia, avanza y retrocede en los momentos indicados. Roza con los dientes mi labio inferior enviando chispas de electricidad a todo mi cuerpo y también lo mordisquea con cuidado para luego volver hacia el interior de mi boca. Su lengua roza con la mía y las chispas estallan dentro de mí como fuegos artificiales.
No he besado a nadie en cuatro años e incluso si lo hubiese hecho cada día de mi vida, nada se podría comparar a este momento.
Siento que he perdido la cabeza, nunca nadie me había besado así. Deseo, ansias y pasión. Sus labios me dicen que me necesita, que esperaba este momento tanto como yo. Su accionar es intenso, apresurado, como si temiera que lo echara para atrás en cualquier momento, pero no tengo intención de hacerlo. En su lugar, me presiono contra él y me escucho gemir contra sus labios. Posa una mano en mi cadera y la otra en mi nuca, llevando mi cabeza hacia atrás y profundizando el beso. Lo rodeo con los brazos, mis manos se encuentran en su espalda y clavo las uñas cuando siento la dureza de su cuerpo contra el mío. Mi cuerpo arde como si el cielo se hubiese cerrado y me hubiesen enviado directo al infierno y no siento vergüenza por ello. Lo disfruto como un pecador disfruta la lujuria, como un asesino disfruta terminar con una vida.
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Deseos imposibles
Teen FictionAtrapada en la rutina y sofocada por un empleo rutinario, Daiana lamenta haber dejado la granja familiar en busca de un sueño que carece de raíces y, con ella, a sus cinco hermanos y a sus tradicionales padres. Derrotada y sin esperanzas, sabe que l...