Toma mi mano y tira de mí con entusiasmo hacia el interior del local, jalándome quizás con más fuerza de la necesaria. Sus ojos recorren cada rincón como un niño al entrar a una juguetería y me encantaría que empiece a chillar de la emoción pese a que tengo certeza de que eso no sucederá. Me dejo guiar por el pasillo que rodea las salas de juegos sonriendo como una tonta porque estoy segura que no hay nada más bonito que ver a Milo tan contento. Por ello, no me quejo por ser tratada como una muñeca de trapo, entiendo su felicidad y la comparto. Recuerdo que cuando llegamos con Ximena por error a este salón actué de manera similar.
—¡Esto es asombroso! —exclama, aún asimilando el espacio que nos rodea.
—Bueno, ¿qué puedo decir? —Me encojo de hombros con aire de superación—. Soy muy buena ideando citas.
—Esto ha sido pura improvisación, no intentes mentirme, Pop. —Sonríe y no puedo evitar hacer lo mismo—. Pero ¿sabes qué? Me encanta.
Sus ojos buscan los míos y puedo detectar un brillo único en sus ojos. Felicidad. Milo se ve feliz, como realmente feliz por primera vez desde que por error o cosas del destino terminó encadenado mágicamente a mí. Sus labios se han curvado en una pronunciada sonrisa, sus mejillas han adquirido un leve tono rojizo luego de la caminata por la ciudad y sus ojos dorados me enloquecen de una manera que no creí posible. Siento la necesidad de elevar mis manos y acariciar su rostro, aunque me contengo al último segundo.
—¿Por dónde quieres comenzar? —le pregunto con tranquilidad, uno de los dos debe ser el adulto responsable.
—No lo sé. Quiero hacer todo.
Asiento, de nuevo entendiendo cómo se siente.
—Iré a pagar las fichas para jugar —le hago saber sin apuro—, decide un juego y te prometo que no nos iremos hasta que hayas probado cada uno.
Intento alejarme de él, soltar mi mano de la suya para comenzar a caminar; sin embargo, su agarre me detiene. Con un rápido movimiento, tira de mí hacia él y antes de que pueda reaccionar, me doy cuenta que me está abrazando. Ha dejado ir mi mano y me ha rodeado el cuerpo con sus brazos, su cabeza está cerca de la mía y su cuerpo se siente cálido y seguro. Su perfume costoso me envuelve y cierro los ojos de manera automática a la vez que elevo los brazos para devolverle el abrazo. Mi corazón se salta algunos latidos cuando descansa su mejilla sobre el tope de mi cabeza.
—Gracias. —Su voz es apenas un susurro, audible sobre el ruido del lugar.
Su aliento caliente roza mi oreja y un escalofrío me recorre la espina dorsal en respuesta.
Me deja ir después de un corto tiempo, a pesar de que podría haber permanecido entre sus brazos por el resto de la eternidad. Mi cuerpo se siente frío sin su contacto, como si algo esencial le hubiese sido arrebatado. Sacudo mi cabeza para despejar mis emociones y con pasos rápidos camino hacia la cabina de la entrada recordándome por qué estamos aquí. No tardo en pagar por pases completos y unos pocos minutos después me encuentro al lado de Milo una vez más, ahora se encuentra observando con una sonrisa el salón de escondidas a oscuras.
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Deseos imposibles
Teen FictionAtrapada en la rutina y sofocada por un empleo rutinario, Daiana lamenta haber dejado la granja familiar en busca de un sueño que carece de raíces y, con ella, a sus cinco hermanos y a sus tradicionales padres. Derrotada y sin esperanzas, sabe que l...