Analizo la idea que me ha dado Milo por algunas horas, anotando los pro y contras en una lista imaginaria que sé que puede leer en mis pensamientos. Podría pedir una nueva casa, en un buen vecindario con muchas comodidades; sin embargo, saber que podría terminar en una catástrofe me desanima. Conociendo cómo actúa el genio, los posibles finales resultan infinitos: una casa embrujada donde los demonios no me dejarán dormir y me acosarán hasta la muerte; un edificio utilizado para el narcotráfico donde se encuentre droga entre las paredes y termine en la cárcel de manera definitiva; el lugar donde se produjo un asesinato y las manchas de sangre permanezcan en la alfombra sin importar cuánto las friegue; una casa inundada que se caerá a pedazos sobre mí; impuestos altísimos que me dejarían pobre y muchas opciones más.
Los pros son menores que los contras y aun así la idea pica en mi cerebro y en todo mi cuerpo. Siempre quise una casa propia y, siendo sincera, con mi economía y la del país es solo una utopía. Aunque también era una locura pensar en magia, deseos y genios, y aquí está él.
—¿Milo? —suelto con la voz ahogada. Siento la garganta seca y debo aclarármela para quitar el malestar.
Sus ojos se elevan del libro que no ha dejado de leer, el mismo que le saqué en la tienda, y me da una rápida mirada antes de volver a su lectura. No se ve entusiasmado por escucharme.
—¿Es urgente? —pregunta sin interés.
—No.
—¿Me afecta?
¿Qué clase de pregunta es esa?
—En algunos aspectos.
—Entonces espera a que termine, me queda un capítulo para finalizar el libro.
Mis ojos se abren con asombro al escuchar su respuesta. ¿Era así con todos sus amos o tan solo se aprovecha de mi bondad? Sé que puedo ser insufrible a veces, lo sé, pero también es verdad que él ha metido la idea de una casa propia en mi cabeza y debería escucharme. No es de extrañar que lo dejaran olvidado por doscientos años con esa personalidad insufrible.
La posibilidad de ponerlo a lavar baños sucios por el resto de la eternidad suena tentadora mientras le clavo puñales con la mirada. Él no se inmuta, sigue leyendo como si mi presencia fuera una mera partícula de polvo olvidada.
—Puedo oírte, Pop —murmura—. Y estás siendo muy grosera.
—Ese era mi plan.
Suelta el aire con un resoplido y coloca un marcapáginas en el interior del libro. Lo deposita a un costado de su asiento y me observa con una mueca en los labios, dejando entrever que no se encuentra contento por mi interrupción. Creo que, siguiendo mi ejemplo, está imaginando maneras de matarme y esconder mi cuerpo.
—Ve al grano —me pide—. Si vas a pedir un deseo, hazlo rápido. Y antes de que se te ocurra, no puedes ponerme a fregar baños porque no funciona así.
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Deseos imposibles
Teen FictionAtrapada en la rutina y sofocada por un empleo rutinario, Daiana lamenta haber dejado la granja familiar en busca de un sueño que carece de raíces y, con ella, a sus cinco hermanos y a sus tradicionales padres. Derrotada y sin esperanzas, sabe que l...