Podría desmayarme sin problema en segundos.
Miro mi reflejo en el espejo del reducido baño, solo puedo ver mi rostro y parte de mis hombros, pero es suficiente para darme cuenta que me estoy esforzando más de lo normal. Llevo el cabello suelto, lo he dejado lacio y creo que es la primera vez que Milo me verá peinada desde que apareció de la nada en la oscura tienda. No sé muy bien qué vestir, él nunca dijo a dónde iremos y eso me irrita porque necesito tener toda la información completa. Imagino que no saldremos muy lejos porque tendríamos que ir a pie y afuera diluvia, es por eso que llevo unos pantalones vaqueros oscuros que se ajustan a mis piernas en las partes adecuadas, una camisa sencilla blanca con flores pequeñas de color azul y un cárdigan de lana sin botones que creo que es gris. Me he puesto botas porque mis zapatillas están sucias y porque uno no va a una cita en zapatillas, creo.
No he tenido una cita en años y mis salidas con Tobias no pueden denominarse exactamente «citas» porque eran a escondidas. Temo meter la pata por no tener experiencia y, a la misma vez, me regaño por siquiera darle importancia al asunto.
Muerdo mi labio con nerviosismo y acerco la brocha de la máscara de pestaña a mis ojos. Nunca he sido buena maquillándome y esa es la razón por la cual decido hacerlo simple: pintar mis pestañas, tapar las imperfecciones de mi rostro con corrector y un poco de brillo labial. Me veo distinta y me siento distinta. Ha pasado tanto en un mes que parece imposible.
—Tú puedes —me susurro en un intento desesperado de darme aliento—. Es como cualquier otro chico que conoces. Imagina que es T, bueno mejor no imagines que es Tobias porque sería muy raro. Imagina que es un amigo porque eso es lo que son. Son amigos. Esta es una cita de amigos. ¿Los amigos siquiera pueden tener citas?
Dios, he perdido la cabeza. Le estoy hablando a mi reflejo; sin embargo, me ayuda a tranquilizarme. He intentado no pensar en el tema porque cierto genio puede leer mis pensamientos, pero hablar en voz alta es seguro porque no estoy razonando lo que digo, solo suelto lo que siento.
—Milo es un muchacho común y corriente. Solo el universo sabe cuántos años tiene, pero eso no es importante. Es un muchacho común, que también resulta ser muy guapo, inteligente y divertido. —Noto en el reflejo que mis ojos parecen los de una soñadora y me obligo a sacudir la cabeza para sacarme las ideas de golpe—. Y es un genio. Es una cena de amigos. Punto.
Tres golpes en la puerta me quitan de mis locas fantasías.
—¿Pop, estás bien? —pregunta el susodicho desde el otro lado—. ¿Con quién hablas?
—Sí, estoy bien. Solo estaba hablando por teléfono —miento—. Ya salgo.
—Tu teléfono está aquí.
Mierda.
—Tengo otro escondido en caso de emergencia.
Sabe que miento, aunque no dice nada. M-i-e-r-d-a. Soy la tonta del año. Escucho sus pasos alejándose y me tomo un momento para calmar mis nervios. Suelto el aire contenido en los pulmones y me dedico una mirada de advertencia a través del espejo. Cabeza en frío, Daiana. Es un amigo. Solo un amigo.
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Deseos imposibles
Teen FictionAtrapada en la rutina y sofocada por un empleo rutinario, Daiana lamenta haber dejado la granja familiar en busca de un sueño que carece de raíces y, con ella, a sus cinco hermanos y a sus tradicionales padres. Derrotada y sin esperanzas, sabe que l...