Capítulo 2

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<< Los del reino Terrestre dominaban y velaban por la seguridad de la tierra, se registraba que los grandes fundadores habían puesto sobre ellos su elemento para que pudieran protegerlo y brindarle un hogar a la civilización. Nagas, Luciérnagas, Unicornios dejaron su amplio camino a los descendientes>>


Minho se sintió contento y aliviado cuando vio a Youngmin esperando al pie del edificio. No sabía cómo había hecho para convencerlo de acompañarlo a las charlas, pero su amigo estaba cumpliendo su palabra y se encontraba ahí.

— Dices que esto es por nuestro bien, ¿no? —Preguntó Youngmin mientras subían juntos las escaleras.

Minho abrió y cerró las manos algún par de veces, asintiendo mientras se preguntaba como iba a resultar todo. Solo esperaba que su amigo no se arrepintiera, al final de cuentas él mismo no sabía lo que hacían.

— Es bueno para nosotros... La última vez bebí demasiado y me arrepiento mucho de mis actos.

— ¿Pero que pudo ser tan terrible? —Indagó Youngmin curioso con el tema. Al igual que los demás también había notado lo distante y preocupada qué se encontraba Minho desde la fiesta de una semana atrás.

— Nada de eso, solo me puse en ridículo a mí mismo, bailando y siendo tonto. Mi familia se ha indignado al enterarse y con justa razón, los árboles también estaban molestos conmigo —suspiró con remordimiento—. No me gusta cuando los árboles se enojan. Así que quiero aprender a tener control, además esto nos ayudará a ambos, somos jóvenes no deberíamos depender de las bebidas para divertirnos —dijo evitando así más preguntas.

Al llegar al salón indicado intercambiaron miradas para animarse uno al otro. Como Minho era el de la iniciativa decidió ser quien abriera la puerta. En el salón había algunas personas; el asistente social y el consejero estudiantil estaban al frente, más allá se encontraba un chico con sudadera en pleno verano, otros sin verdadero interés, algunos con mala pinta y también todos los chicos que deberían estar en detención se encontraban presentes. Lo menos deseable de entre la población estudiantil, chicos vagos y problemáticos. Entre ellos cierto chico sin reino, un viciado.

— Me siento como un delincuente aquí —susurró Youngmin, acercándose más a Minho para que no lo dejara solo.

— Tranquilo... No somos como ellos y esto también evitará qué lo seamos —trató de alentarlo, aunque debía admitir que estaba lleno de miedo.

Ellos eran chicos buenos, no conocían lo que era un castigo y tampoco solían convivir con los chicos problemáticos del colegio. Es más, nunca habían tenido que ver tan cerca al consejero estudiantil ni al de servicio social.

— Bienvenidos —los saludó el consejero al darse cuenta de que eran los únicos que estaban por voluntad propia.

Youngmin y Minho devolvieron el saludo con la mayor calma qué podían demostrar y tomaron asientos de en frente. La plática comenzó sobre sustancias, los dos adultos a cargo se ocuparon de explicarles en qué consistía y como podía evitarse. Muy para la sorpresa de ellos la sesión fue cómoda y nada aburrida.
Todo estuvo bien, hasta que les pidieron decir sus nombres como sugerencia para apoyarse entre todos. Ellos lo hicieron sin mayor problema, puesto que estaban seguros de que al menos la mayoría sabía quienes eran. Se volvió interesante, sin embargo, cuando el joven chico de sudadera, capucha y un arete en el labio se puso de pie y con la voz más aburrida posible, habló.

— Mi nombre es Yeunsee —dijo sin ánimos, antes de volver a sentarse.

Lo conocían. Todo el mundo conocía a ese chico, no porque fuera especial, tuviera algún talento o fuera popular. En realidad lo conocían porque vivía en la villa de los marginados donde, según los profesores, apenas les alcanzaba para comer. Se encontraba en el instituto gracias a la bondad del gobierno local que brindaba la oportunidad de estudios básicos a cualquier persona. Pero al ser hijo de familia marginada casi nadie lo tenía en un buen concepto y él, por supuesto, no tenía un elemento ni un Etxu, ni siquiera características propias.

Pudo haber sido todo, se despidieron y salieron prometiendo qué estarían en la siguiente charla en la semana entrante, pero Minho pudo notar que a Youngmin el chico le había llamado la atención.

— Entonces supongo que vendrás conmigo la siguiente semana —comentó, notando qué él observaba a Yeunsee alejarse— ¿En serio, Youngmin? ¿Un viciado?

— No estoy haciendo nada —se justificó, perdiendo a Yeunsee de vista. Minho le miraba con cara de pocos amigos— ¿Desde cuando te molestan los marginados y sus familias?

— No tengo ningún problema con ellos, pero tus padres sí —recalcó—. Te recuerdo que tu madre estuvo en la cabecilla de la petición para que los hijos de los marginados no pudieran postular al colegio y tu padre siempre está haciendo esos comentarios peculiares, sobre que la gente marginada "no debería tener hijos" o que "la descendencia marginada terminará por arruinar el planeta" —inspiró como si estuviera de mal humor—. No es delito si formas una familia con un hijo de marginados, de hecho lo beneficiarias, pero no quiero que te enamores de alguien a quien tu familia va a tratar pésimo. Yeunsee es hijo de un aéreo y un terrestre que renunciaron a sus poderes. No tiene reino, no tiene virtud. Tú podrás quererlo, pero tu familia...

— Te acabas de dar tremendo viaje, amigo. Él solo me ha parecido bonito, no es para tanto —lo interrumpió, retomando el camino—. Como sea, ¿en serio crees que nos sirva todo esto? ¿Te ayudará a sentirte mejor?

— Claro que sí.

Youngmin se lo pensó un momento, visualizando la entrada al subterráneo, allí tomarían el transporte qué los llevaría a sus respectivos distritos. Sin embargo, antes de cualquier cosa deseaba poder aclarar con Minho los motivos reales por los cuales quería acudir a las sesiones de ayuda.

— ¿Me puedes decir por qué de repente quisiste venir? —Decidió insistir—. Es decir, esos carteles siempre han estado allí y hasta ahora los tomaste en cuenta.

— No te lo diré, prometí no decir nada.

— ¡Entonces esto incluye a alguien más! —Exclamó mientras descendían las escaleras.

— No hagas teorías porque no acertarás con ninguna.

Minho detestaba mentirle a Youngmin, por lo que no pudo evitar sentirse mal cuando él dibujó una mueca, observándolo con inconformidad. De todos sus amigos era a quién nunca podría mentirle o fallarle, pero en esos momentos en verdad no debía contarle nada. Si llegaba a enterarse, Youngmin no dudaría en delatarlos, después de todo vivía con las leyes tatuadas en el corazón.

— ¿Y que tal Cian? —Decidió preguntar Youngmin, recordando a ese chico luciérnaga con quien Minho coqueteaba a menudo. Su amigo se puso colorado de inmediato.

— Él está bien —reparó tratando de disimular la incomodidad qué el tema le suponía—. No quiero presionar la situación, Cian está cómodo mientras vamos despacio, aún estoy considerando todo el asunto para no lastimarlo o confundirme yo. Lo nuestro está funcionando de una manera poco usual, pero surte efecto. Cada día lo conozco mejor, él a mí también... Aunque seguimos pensando que todavía tenemos mucho tiempo para conocernos.

Youngmin lo miró embelesado, le fascinaba cuando Minho hablaba sobre los sentimientos, porque parecía como si fuera un tema en el que era experto. Eso parecía ser, ante su criterio, algo a su favor. Minho era la representación de un enamoramiento visto desde la óptica teórica.

— A veces siento que sabes mucho sobre relaciones interpersonales.

El chico de cabellos verde se echó a reír mientras visualizaba llegar al metro que se dirigía por sus distritos. Un suspiro se quedó prisionero entre sus labios cuando las puertas se abrieron y la gente comenzó a abordar. Youngmin lo sujetó por la tira de su bolso para no perderlo, era algo que hacía siempre, Minho no pudo evitar sentir que la tristeza llegaba.

Quisiera decirle tantas cosas. Contarle las angustias qué llenaban su mente cada día y las tormentas internas qué la consumían impidiéndole dormir. No solo eran temas de sus problemas como joven, tampoco se trataba del asunto escolar o de la presión bajo la qué todos vivían. Ni siquiera el tema era por problemas en casa. El huracán estaba dentro de sí mismo, una tormenta qué azotaba en su corazón cada vez que veía a Youngmin, un monzón qué le robaba la calma cuando recordaba la situación en que Jeongin se había metido... Se preguntaba qué pudo haber ocurrido si hubiera sido él y no Jeongin, si su secreto fuera el que salía a la luz. Esas preocupaciones definitivamente no podían quedar expuestas, iban a permanecer, quizás para siempre, atrapadas tras puertas cerradas.

Antologías De La Nueva Tierra: El Canto Del Dragón (HYUNMIN) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora