Capítulo 39

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— ¿Me vas a elegir? ¿Incluso sobre tu futuro? ¿A pesar de que terminaremos en la villa de los marginados? —Preguntó el de cabellos azabache, observando enamorado al joven sirenio frente a él—. Tú me amas, pero amas más la comodidad de tu vida, ¿no es cierto?

— No me hagas elegir, por favor, porque siempre serás tú, pero no soy lo suficientemente valiente como para hacerlo.

Jungkook se detuvo en la playa, a la orilla del mar para observar las olas que acariciaban sus pies. Algún sentimiento de amargura volvió a su corazón. Durante años esa sensación de que algo faltaba no lo abandonó nunca, pero era su culpa.

El sol se había ocultado, todavía quedaba luz diurna, se mantendría así por al menos una hora. Suspiró cuando la brisa y el cálido sonido del océano embriagaron su cuerpo. Cerró los ojos por un instante antes de negar. La textura de la arena mantuvo sus pensamientos en desorden, el destello de una lejana figura en los cielos fue lo primero que vio al abrir los ojos. Sonrió con nostalgia al notar que se trataba de Hoseok. El bydei descendió, volviendo a su forma humana al llegar con él.

— Has venido —murmuró Jungkook, acercándose para tomar sus manos—. Por dios, extrañaba tu aroma —se lamentó, dejando un suave beso en el dorso de las manos ajenas.

— No sé por qué acepté venir, pero créeme que también me tomó por sorpresa todo lo que nuestros hijos descubrieron —admitió Hoseok, apartandose de él con cuidado. Jungkook lo miraba, casi herido—. No quieres a mi hijo y lo entiendo. También apoyaba tu punto, pero ellos ahora se pertenecen. Y no me quedan dudas de que apoyarlos es lo correcto, sobre todo con todo lo que se descubrió.

— Eso es lo que me está consumiendo, maldición —se quejó, llevando las manos a sus sienes en un acto desesperado, notó a su interlocutor sonreir—. Te amaba, Hobi. No tienes idea de cuanto te he amado. Pero todas esas estúpidas leyes, el simplemente agachar la cabeza y obedecer. Pero ellos podríamos haber sido nosotros —murmuró, tomando nuevamente las manos ajenas—. ¿Por qué no pudimos ser nosotros?

— Porque no me elegiste, Jungkook. Y no quiero que lo hagas ahora. Tienes una familia, un esposo que te ama, dos hijos preciosos —suspiró, notando lo cerca que estaban uno del otro—. No lo podemos arruinar ahora. Nuestro tiempo fue antes y me dejaste.

— Pero no quería dejarte.

— No obstante, lo hiciste —se rio con ligereza, intentando no sentirte triste por el asunto en cuestión—. Ni siquiera dijiste adiós. Te fuiste como un cobarde cuando yo te había dicho lo mucho que te amaba. Estaba dispuesto a renunciar a todo por ti, pero tú no por mí. Así que sí, pudimos haber sido nosotros, pero ahora eso ya no existe.

Hoseok se quedó callado cuando el más alto lo besó. Mentiría si dijera que no había estado deseando ese gesto por años. Después de más de veinte años podía sentirlo de nuevo, no fue capaz de negarse, mucho menos cuando la situación del mundo era tan vulnerable. Jungkook lo abrazó después de que se apartaron, lo miró a los ojos, sus Etxu volvían a verse una vez más.

— ¿Que hago, Hoseok?

— Apoya a tu hijo. Pronto ellos podrán tener la felicidad que nosotros no nos permitimos —concluyó el pelinegro, separandose de él para emprender el vuelo una vez más—. Sé congruente, Jungkook. Ahora somos familia, así que debemos respetar a nuestros hijos y no causarles daño.







Antologías De La Nueva Tierra: El Canto Del Dragón (HYUNMIN) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora