Capítulo 10

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La noticia sobre su relación todos la supieron casi de inmediato. En esos momentos les tocaba ser la envidia de muchos y aunque Seungmin creía que eso era una buena señal, también le asustaba pensar que se estaba metiendo en una situación de la cual sería difícil salir si en algún momento así lo quería.

— No debes querer salir —se dijo a sí mismo mientras presionaba su vaso de café, avanzando hasta el campus de basquetbol.

Habían pasado diez días desde que se convirtió oficialmente en el novio de Kwangmin. Consideraba que era un buen momento para intentar hacer las paces con Hyunjin y así poder ser todos amigos, ya que sus parejas eran mejores amigos. Parecía que redundar comenzaba a ser satisfactorio una vez más.

A diferencia de los del equipo de Danza, qué practicaban en un salón o en la piscina, los de atletismo entrenaban en un campo abierto, para sus clases de salto ingresaban a un estadio cerrado. Esa tarde Seungmin ingresó al lugar de manera sigilosa, dirigiéndose a las gradas qué estaban hasta lo más alto. Observó a los atletas practicando algo con ayuda de equipo y balones, podía sentirse el calor que emanaba de sus cuerpos, sus respiraciones agitadas y el rechinar de sus zapatillas deportivas en el suelo encerado. Seungmin notó qué no era el única espectador, había chicos interesados en el deporte, chicas que solo aprovechaban a ver a los jugadores, y en lo alto de las gradas vecinas pudo localizar una cabellera verde muy familiar; Minho se veía ocupada con su lapicera verde esmeralda, esa que no dejaba nunca, de la cual tomaba colores para dirigirse a la libreta que apoyaba sobre sus piernas. Una sonrisa carismatica escapó de entre los labios de Seungmin, cada vez le quedaba más claro que a Minho no había qué entenderlo, sino apoyarlo, y él lo haría en cualquier caso.

Después de observar a Minho decidió sorber de la pajilla de su café optando por concentrarse en el juego: Youngmin mostraba un buen desenvolvimiento en escena, se dejaba ver como todo un profesional mientras llevaba un balón de un lado a otro, desarrollando las estrategias del trabajo en equipo. Él estuvo atento al balón, viéndolo ir de mano en mano hasta que el partido terminó. El entrenador hizo sonar su silbato reuniendo a los chicos para darles instrucciones finales, hasta que por fin los dejó libres. Todos se dispersaron, supuso qué ese era el momento para acercarse a Hyunjin, aunque no estaba seguro de lo qué le diría. Se puso de pie con cierto temor, descendiendo a paso tranquilo, intentando no perder la concentración. Buscó a Youngmin con la mirada para distraerse con él mientras llegaba con éxito. Notó que su amigo de cabellos azules le hacía señas a Minho quizás para irse juntos.

Al llegar al nivel de los demás, volvió a buscar a Hyunjin, llevándose un buen susto al darse cuenta de que el chico se había quitado la playera. Sus pasos fueron torpes mientras sentía el calor alojarse en sus mejillas. No pudo dejar de ver ese cuerpo esbelto, su piel trigueña y delicada. Comprendió qué tenía un problema mientras decidía perder la cordura y mirar sus labios. Extrañaba sus besos. Admitirlo era lo peor que pudo haber hecho, sin embargo no podía borrarlo. Deseó ser distinto, no tener esa clase de pensamientos, pero estaban presentes. Haber querido hacer las paces había sido una tontería, todavía estaba a tiempo para arrepentirse.
Decidió cambiar el rumbo de sus pasos, se apresuró para dirigirse a la salida avanzando tan rápido como pudo hasta las puertas y se sostuvo de las barras intentando tirar de ellas para abrir. Haberse olvidado que en vez de eso debería empujarlas provocó un pesado sonido qué llamó la atención de todos. Seungmin podía sentir las miradas sobre sí, pero decidió ignorarlas saliendo a toda velocidad.

Corrió sin pensarlo, no tenía dónde ir. No podría ver el rostro de sus amigos sin sentirse pésimo, mucho menos ver a Kwangmin, tampoco quería ir a casa donde se encontraba su familia. Por lo tanto dirigió el curso de sus prisas hasta el único lugar en el que estaba seguro de que nadie lo encontraría: abrió el invernadero abandonado tal como Hyunjin lo hizo cuando estuvieron ahí, ingresó soltando su mochila en una esquina. Llegó abrumado hasta un rincón en el que había costales para dejarse caer en ellos, abrazando sus piernas para ocultar su rostro. Aunque no quería llorar tuvo que permitirse hacerlo, quizás serviría para sentirse menos cargado. Probablemente debería tan solo acabar con su vida y con ese sentimiento.

Antologías De La Nueva Tierra: El Canto Del Dragón (HYUNMIN) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora