Capítulo 37 🥀

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Antonella

—Este es hermoso—, habla Carla, sacándome de mi trance.

—Oh, sí, lo es.

— ¿Me estas prestando atención?

—Claro, decías que este es hermoso.

— ¡Anna!

—Perdón, perdón. Ya, ¿Qué decías antes?

—Desde hace 4 días estas muy ida. ¿Sucede algo? ¿O quieres decirme algo?

—Son tonterías, nada relevante—, tomo la imagen que Carla me está enseñando y la reparo—. Sí, es muy lindo. Quedará muy bella la habitación si la pintamos así.

— ¿Cuál pintamos? — Leo hace presencia después de 20 minutos—. Tú no harás nada, el olor de la pintura puede hacerte daño.

—Están tocando la puerta, ¿Por qué no abres mejor? — Agrega Carla.

Con mucho cuidado voy sigilosamente hacia un cajón que tengo en la mini sala de estar, sin hacer demasiado ruido saco una no tan grande pistola. Lentamente abro la puerta.

Mi respiración se detiene. Por un momento creo que es un tipo de sueño.

Sin saber cómo reaccionar intento cerrar la puerta de golpe, pero el que parece ser Damien pone su pie, impidiéndome esto.

No tengo tiempo de ponerme una bata o algo por el estilo, así que la atención de los 6 se va directamente a mi vientre.

Están estupefactos. Todos lo están.

Las palabras se me quedan atoradas, no soy capaz de hacer nada, solo los observo, asombrada.

—Anna, corazón, se me olvido decirte. ¿Quieres el elefante o lo remplazamos por la jirafa? — Maldigo internamente cuando Leo se aparece. Él también está algo desconcertado.

— ¿Tu quien mierda eres? — Arseni es el primero que reacciona, sacando su arma y apuntándole entre ceja y ceja.

— ¡Hey! ¡Baja eso! — Me paro velozmente al frente de Leo—. ¿Con que puto derecho se aparecen en mi apartamento apuntando con un arma?

—Tú también tienes una—, murmura Leo, capto un poco de terror en su voz.

—No voy a repetir la maldita pregunta tres veces: ¿Quién mierda eres? — No baja el arma, así que le quito el seguro a la mía e imito su acción.

—Que les valga quien es, no les tiene que importar. Podría ser mi maldita pareja, ¿y qué?

— ¿Ahora nos apuntas? — Habla Akim lo suficientemente alto como para poder oírlo.

—Dile a tu hermano que baje su jodida pistola y que deje de ser tan descortés con Leo.

Carla sale de la habitación, presencia toda la escena pero se queda quieta. "Si no me muevo, no me ven".

— ¡Que bajes la maldita pistola!

—Arseni, bájala—. Le ordena Damien, quien sigue observando mi vientre.

Lo hace de mala gana.

— ¿Qué debería hacer? ¿Llamar a la policía? — Un defecto de Carla es que piensa en alto.

— ¡No! — Gritamos Leo y yo al mismo tiempo.

—Leo, Carla, creo que deberían marcharse—, murmuro. No quiero que esto se agrande más, y tampoco quiero que Leo termine con un tiro en la cabeza.

—Anna...

—Por favor—, la miro, asiente. Toma de la mano a Leo quien está sudando demasiado y salen ambos de mí no tan grande pero acogedor apartamento.

Conjuro de obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora