Capítulo 39 🥀

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Antonella

— ¡Dios bonita, te ves divina! — Laika es la primera que nos recibe apenas aterrizamos. O bueno, es la primera que corre para abrazarme—. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes?

—Bien, Laika. Que gusto me da verte de nuevo—, correspondo inmediatamente su abrazo.

—Cuando mis nietos me dijeron que te habían mandando a Grecia los llamé imbéciles, querida. Nunca estuve de acuerdo.

—También me da gusto verte de nuevo, Irina—, ella también me da un abrazo, solo que esta vez es un poco más... cariñoso. Como si me hubiera extrañado de cierta forma.

Después de una sesión de abrazos y felicitaciones estoy en el auto con mis...

Con los Kiselev.

Antes de ir a la penthouse los hice bajarse para comprarme un batido y algo para bimba, que se portó muy juiciosa en el viaje.

— ¿Por qué nos desviamos de camino? — Inquiero una vez observo que no estamos yendo por el mismo camino de siempre.

—Ya lo veras.

— ¿Nos están siguiendo o algo por el estilo?

—Claro que no, cariño.

— ¿Entonces por qué nos desviamos?

—Aguanta un poco muñeca.

—No, gracias. ¿Por qué no vamos por el camino de siempre?

—Te voy a comprar una galleta gigante y te la voy a meter a la boca a ver si te callas—, habla el más paciente de los Kiselev: Damien.

Sarcasmo.

—Que sea con chispas de chocolate, por favor.

Cada vez estoy más intrigada. Así nos hayamos desviado del camino por aquí ya no tenemos forma de llegar a la penthouse. A no ser, claro, que demos reversa.

Me giro cuando Alexander aproxima una venda, queriéndomela poner en los ojos.

— ¿Confías en mí? — Susurra y sin decir nada dejo que me la coloque.

Calculo que pasan unos 5 minutos más y por fin me ayudan a bajar del auto para no morir en el intento, ya que literalmente, no veo nada.

Una vez abajo, me hacen caminar un poco más, para después quitarme la venda.

Oh

Dios

Mío.

¡OH, DIOS, MÍO!

Santos cielos, estoy tan emocionada que no me lo puedo creer de verdad.

— ¿En serio? — Inquiero, perpleja.

—En serio—, confirma Damien—, aquí están las llaves.

Prácticamente corro hacia la casa. Es preciosa por fuera, tal y como la imaginé alguna vez.

— ¡Antonella, no corras! — Ignoro las demandas de Arman y sigo corriendo, me tranquilizo cuando abro la casa y entro.

Observo todo. Es... maravillosa. Por dentro es aún más bella que por fuera.

—No deberías salir a correr así, linda.

—Sí, aja. Como digas—, sigo observando todo. Hay algunas empleadas de servicio que al parecer están organizando algunas cajas.

Eso me hace acordar de...

—Está muerta—, asegura Akim, como si me leyera la mente.

— ¿Lila? — Pregunto, no porque no me alegre, sino porque me asombra un poco.

Conjuro de obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora