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El aire que entraba a su sistema quemaba los pulmones pero a pesar de ello sus piernas se movían de forma automática a pesar del dolor por los constantes golpes de algunos objetos que no lograba esquivar de ese pequeño bosque encantado de árboles luminosos, tuvo que detenerse por un momento al haberse perdido por ver el mismo árbol con tres faroles.

Alzo la mirada en algún punto visible y en ese momento la mirada esmeralda diviso una blanca construcción y sin perder tiempo retomo la carrera hasta llegar a la puerta rezando porque esta estuviera abierta pero solo logró impactarse contra la dura madera soltando un quejido de dolor.

Acarició su nariz comenzando a tocar la puerta esperando alguna señal de vida.

Los segundos le parecieron eternos y con ello la insistencia de querer entrar y ver el estado del felino al saber todo lo que había pasado en la cita.

Mataría con sus propias manos a ese pato en cuanto lo tuviera enfrente suyo.

No iba a dejar que se saliera con la suya con una vana escusa, si lo dejo solo por casi dos horas enteras entonces debió tener una muy buena escusa.

Golpeó la puerta una última vez obteniendo un silencio abrumador.

Se encamino en busca de alguna ventana abierta o entrada oculta, apartando las lianas luminosas del camino se encontró con los cultivos desatendidos del tigre, pasó de largo hasta llegar a la parte trasera de la casa encontrando la puerta mal cerrada y su animal no dudo en gruñir ante la posibilidad de peligro.

Preocupado sacó su espada encantada entrando a la casa tratando de agudizar todos sus sentidos posibles.

Todo estaba tal como quedó el día anterior antes de que se fuera, solo que a diferencia de ahora las mascotas no trataban de morder sus piernas por comida.

Sus orejas se alzaron al escuchar murmullos y algo de movimiento en el segundo piso.

No lo pensó dos veces subiendo las escaleras yendo directamente al cuarto del felino pero este no se encontraba y lo preocupante es que tanto las sabanas como la ropa que uso ayer se encontraban regadas por el suelo.

Nuevamente sus orejas se alzaron en cuanto escuchó un fuerte estruendo corriendo hasta el siguiente cuarto pateando la puerta y nada más entrar se quedó de pie ante la escena que estaba ocurriendo enfrente de sus ojos.

Algunas plumas flotaban alrededor de los dos alfas que se miraban a muerte soltando gruñidos guturales, Quackity alzaba sus alas tratando de verse amenazante sin alejarse demasiado de la cama donde se encontraba un asustó y ruborizado Luzu tratando de cubrirse lo mejor posible.

La sorpresa era mayor al ver al mismísimo Willy con las orejas gachas mientras soltaba algunos siseos amenazando al pato con sus afiladas garras.

No entendía que hacia Willy ahí pero de algo estaba seguro y era el tipo de ambiente tenso que amenazaba con romperse si alguno de ellos cometiera algún mínimo descuido.

Vio nuevamente la habitación buscando alguna pista.

Gracias al constante aleteo pudo ver un poco mejor el estado que se encontraba Luzu descubriendo que solamente llevaba puesto un sweater, Quackity en cambio lucia bastante bien... Quien no cuadraba en la escena era Willy.

Lo cual le hizo recordar su teoría del triangulo amoroso.

Rubius: Oh shit! - Grito llamando la atención de los tres híbridos.

Trato de disimular con una falsa tos logrando que el ambiente se volviera menos tenso pero sí algo incómodo para el tigre.

Luzu: ¡Rubius no te mofes! - Siseo apartando las mantas levantándose casi de un salto de la cama. 

El felino es mío  - LuckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora