Capitulo 41: parte 2

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Aemond.

Daerys mi obstinada, malcriada irreverente y hermosa esposa, tener una platica con ella sin que conlleve a una discusión o termine con el deseo de callar sus mentiras apoderándome de su boca es casi imposible. Acepto de mala gana que me quedara e insistí en hacerlo porque sabiendo como estoy muy seguro que seria capaz de arrojarse por la ventanas antes de confesar la verdad.

No me dirigió la palabra en ningún momento a menos que fuera para gritarme o amenazarme, rehusándose a darme un explicación. No se separo ni un solo instante de la princesa, invadiendo de amenazas al maestre, cosa que me resulto innecesario puesto a que ya yo me había encargado de amenazarlo antes.

Es mas de media noche y no he podido dormir no tendiéndola ahí tan cerca y tan lejos, sintiéndome frustrado aun así, le prometí protegerla y eso haría. A las dos y ahora con mas razón

No hace mas de una hora Dae se había rendido ante el cansacio, después de tomar el te que le preparo su doncella, cayendo dormida junto a la pequeña en su cama, la imagen era digna de apreciar.

Sus cabellos mezclándose unos con otros y los rasgos valyrios de ambas contrastando. Me gusta admíralas y de poder quedarme así lo haría, pero aun hay cuestionamientos que me martirizan y enfurecen. No concibo el echo de como Daerys fue  capaz de alejarla de mi. No puedo ni siquiera pensar en ello sin terminar enojándome recordando todo lo retenido.

«No la voy a dejar, no la voy soltar » .

Para ella fue muy fácil irse pero yo nunca aprendí a soltarla y era un maldito egoísta aferrado que la quería.

El suave quejido de la princesa me alerta sacándome de mis pensamientos y no lo pienso dos veces antes de acercarme, la doncella de Daerys no esta y mi esposa parece inconsciente sin percatarse de los leves sonidos de la princesa.

Me acerco a ella observándola pasar sus pequeñas manos por sus ojos, el cabello blanquecino le cae por la espalda sobre el pequeño camisón que le llega a los tobillos, es irreal, ella es irreal siendo demasiado hermosa.

Sus mejillas tienen un tono rosáceo pálido y su rostro luce fresco lo que indica que la fiebre ha cesado. Me acerco a su lado con cuidado seguramente Daerys me sacaría a patadas al verme tan cerca de ella pero es un riesgo que quiero tomar.

—¿Como se siente su alteza?— le pregunto cuando termina de despertar y el azul profundo de sus ojos se encuentra con el mío de manera hipnótica, haciéndome contener la respiración.

—Muy bien.—contesta con una sonrisa sin apartar sus ojos de mi rostro, temí por un momento se asustara ante mi apariencia, pero mantiene su sonrisa sin dejar de observarme el parche—¿Que te paso?—señala el parche con curiosidad —¿Estas herido?.

—Fue hace tiempo.—me limito a responder incapaz de apartar la vista de su rostro.

Los ojos grandes y redondos le resaltan entre sus pestañas blancas, no tiene la mirada dura y afilada de Daerys sino una dulce y cálida que puede derretir a cualquiera. Las pequeñas pecas le adorna la nariz y me recuerda a mi de niño.

La princesa pareció estar apenada.

—¿Te dolió mucho?.—pregunto con tristeza, negue levemente

—Ya no duele.

La princesa asintió y de un momento a otro se arrastro hasta llegar a mi, permanecí quieto al sentir sus manos sobre mi rostro sin ningún miedo ni dudas y no puedo explicar la sensación que me abordo cuando poso sus fruncidos labios sobre mi cicatriz dejando un suave beso.

—Asi no dolerá mas.—explica al separarse de mi  con una sonrisa que me lleno en el alma, recordando a Daerys y las veces que me había echo lo mismo.

Fuego de Dragones. [Aemond Targaryen].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora