Capitulo 11:

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Daerys.

La mañana tenía un tinte lúgubre, tanto como los ánimos en el castillo estos dos días, nadie había insinuado nada de lo ocurrido, nadie a excepción de Alicent que parecía histérica.

—Los gritos de tu madre ¿Son habituales en el castillo?.—pregunte distraída mientras chocaba mi espada con la de Aemond.

Está mañana antes de que el sol saliera, Aemond se coló a mis aposentos a pedirme que lo acompañará en el campo de entrenamiento.

—Solo cuando se trata de ti.— respondió limitándose a regalarme una si risa de boca cerrada.—Concéntrate.

—¿De mi?.—repetí confundida, esquivando un choque de su espada.— ¿Y yo por qué?.

Aemond levanto una ceja como si fuera obvio. Entorne mis ojos mientras apoyaba la mano en mi cadera.

—He sido muy cortes.—proteste un poco indignada.—Ayer cuando casi tira abajo mi puerta, estuve a punto de buscar Aerryx y dársela de comer, pero como soy una buena persona preferí ignorarla.

Aemond tiro un escudo el cual atrapé en el aire, mientras el reprimía una risa sin comentar nada.

—En serio, no sabes el dilema que fue pensar en tirarme del balcón y no abrir la puerta. O abrir la puerta y dársela de comer a Aerryx. —Miento.

Seguramente la segunda opción hubiera ganado.

—Si claro te creo.—contesto con sarcasmo. Aemond empuño su espada yéndose sobre mi, haciendo que me moviera unos pasos, el vestido se me enredaba entre las piedras.—Sin embargo, mi madre me ha cuestionado cierta amenaza a lady Tyrell.

—Maldita soplona.—murmure casi inaudible, pero estaba segura que Aemond lo había escuchado.

—¿Disculpa?.

—Nada.—finjo inocencia—Yo ni si quiera la conozco.—defiendo absurdamente lo indefendible.

En parte era verdad, no la conocía, aunque si la había amenazado y ahora Aemond lo sabía. Debí haberla matado.

—En cambio yo si te conozco a ti.—destaco Aemond apuntando su espada hacia mi— Y se que es verdad. ¿Cuando dejaras de amenazar a las personas Arañita?.

Me molestaba su arrogancia al creer que conocía cada fibra de mi cuerpo, tal vez era verdad pero no sé lo admitirá.

—Tu no sabes nada Aemond.— le di una patada a su espada haciéndola caer al suelo.

—Oh arañita, claro que sí.—aseguro ladeando su cabeza—Ahora estás enojada, y en menos de dos minutos te tiraras encima de mí y en busca de lastimarme.—posa su mano en su mentón pensativo, caminando a mi alrededor.

No habían muchas personas cerca, así que podíamos hablar con libertad. También podía herirlo sin que nadie se entrometiera, el ya me estaba tentando y si seguía molestando no me iba a contener.

—Pero, no podrás siquiera rozarme con la espada, no eres capaz de matarme.—aseguro, fijando sus ojo en los míos—Me extrañarías demasiado.

Solté una risa sarcástica.

—Puedes negarlo, pero yo se la verdad.—su tono era tan arrogante y molesto, rodee mis ojos cruzándome de brazos— Por cierto Lady Meredith te hubiera  agradado aunque habrían discrepado, ella no aprueba la violencia. Y tú, bueno, ya sabemos tu opinión al respecto.

¿Se atrevió a compararme con la Tyrell?

Su comentario me hizo hervir la sangre, no lo pensé dos veces, Aemond juraba conocerme pero todos teníamos demonios ocultos y los peores estaban enterrados en el fondo, esperando algún día salir.

Fuego de Dragones. [Aemond Targaryen].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora