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Rafael Hochadel Çelik



¿Si nacemos para morir, por qué luchamos por sobrevivir?

Aveces cuestiono la logística de la vida y el actuar de los seres humanos, me pregunto si valdrá la pena el esfuerzo si tal vez el día de mañana en donde mi nombre esté enmarcado sea en una lápida.

Pero recuerdo las maravillas que tenemos en frente y no sabemos verlas, como el atardecer con el que deslumbró mi vista, el sol camufla sus últimos rayos de luz por las ramas de los árboles, camino junto a algunos compañeros de tratamiento.

Llevo dos semanas en las islas virgenes, en un centro de desintoxicación de cuerpo y alma, parte de mi tratamiento emocional es convivir con la naturaleza y el medio que nos rodea.

Somos un grupo de seis personas junto al psicólogo que nos guía por el bosque y exploramos la naturaleza.

Me trepo en una roca y un rayo de sol chocha en mis ojos, intento bajar de la roca pero sin querer mi vista se posa en el jardín fuera del bosque, noto a la mujer en silla de ruedas y a la otra mujer a su lado, ambas miran el atardecer.

La mujer en silla de ruedas gira su rostro y puedo verla a la perfección, la conozco.

El recuerdo de aquella mujer enigmática en los pasillos de mis palacios llega de golpe a mi mente, pero también recuerdo a la mujer que vi en aquella celda en los cautiverios de Hasan Faez.

Es ella...

—-Rafael!

Escucho mi nombre y bajo de la roca acercándome al grupo que camina de regreso.

—-Vamos ya caerá la noche.

En estas dos semanas he conocido una parte de mí que no conocía, me crié en medio de mafias, lujos, dinero y poder. Aquí, en medio de la nada, con personas desconocidas, me siento bien, por primera ves en mi existencia me siento yo.


Meto las manos en mi abrigo negro, junto a mis compañeros de tratamiento caminamos hasta el comedor en donde nos sirven las vitaminas y comida por esta noche.

Tomo asiento y mi vista recorre todo el lugar buscando aquella mujer enigmática... su nombre es Hera.

He visto su expediente en las oficinas de mi hermano mayor, además de ser la hermana de mi cuñada.

Pero no logro verla, no está aquí, debe ser una de las internas de la planta A.

Tomo mis vitaminas y como mi comida, cada quien come algo distinto, por mis riñones y estomago no puedo comer algunas cosas puesto que el veneno al que fui expuesto arruinó el funcionamiento correcto de mis órganos.


Antes de ir por una ducha e irme a la cama debo ir con una charla sobre el manejo de control en crisis de abstinencia.

•••

Ya es de noche, la charla ha terminado y es cuando camino hasta mis dormitorios. Por el camino de piedras que conduce hasta el segundo edificio.

Este lugar es una zona reservada por lo tanto solo vemos personal autorizado y pacientes.

Alzo mi vista al ver la luna llena estar en su mejor punto e iluminar mi camino de regreso. Pero es cuando noto a la persona sostenerse en el barandal de la azotea en el quinto piso, Justo en la zona restringida A.

Corro hasta la primera planta, tomo el ascensor hasta el último nivel, al salir paso desapercibido ya que no puedo estar aquí, tomo las escaleras hasta la azotea y busco con la mirada hasta encontrar a la mujer apunto de soltarse del barandal  metálico. 

Perdición [+21] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora