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Isabella


Siento un gran vacío en mi pecho, mi abuela era tan importante para mi, que ver su nombre en la lápida me destroza.

Fue incinerada como todos los miembros de la familia Hochadel pero sus restos son dejados junto al resto de los Hochadel.

Los floreros yacen  con hermosas rosas rojas y negras, por lo que tomo unas margaritas y girasoles que tome del jardín en una canasta, decorando su descanso eterno con un poco de color.

Mi vista corre hasta las demás lápidas y veo la de Miguel, mis dedos recorren su nombre estampado en la lápida y dejo un girasol al lado de ella.

Me siento triste y un poco sola al no tener a las personas que amo conmigo.

Salgo de la estructura en forma de tabernáculo tenebroso iluminado solo por velas, en donde yacen los restos de los Hochadel.

Tomo mi canasta y camino por el sendero escoltada por Anubis quien me sigue a pocos pasos, recojo flores; margaritas y unos tulipanes blancos.

La brisa eleva mi vestido blanco y mis cabellos se mueven en el viento, toco mi vientre deseando que mis bebés crezcan sanos y fuertes. Que sepan que su mamá los ama desde el primer momento en que supe que estaban en mi vientre.

Sé que soy muy joven para tener bebés, no fue algo planeado, tampoco me lo esperaba, pero sé que puedo con todo esto, pese a mi corta edad tengo un patrimonio, el cual he creado con mis años de trabajo en la SSDI.

En mi mundo soy famosa por mis hallazgos y creaciones, cuento con un patrimonio únicamente mío que ahora será de mis hijos, sé que de parte de su padre no les hará falta nada pero quiero que tengan algo mío.

Quiero que pese a todo sepan que la vida también tiene momentos buenos, como caminar en medio de cientos y cientos de margaritas y girasoles, apreciando el atardecer que pinta de colores el final del día.

Pero también hay un lado oscuro de la vida y ese... es el que atormenta.

•••

Los pies me duelen, mi estomago gruñe y siento tanta incomodidad que me doy una ducha luego de caminar un largo rato por los campos Hochadel, llegue ayer pero ya era muy tarde por lo que hoy visité la tumba de mi abuela y aproveché para pensar un poco.

Refresco mi cuerpo y busco algo cómodo pero que se vea acorde a este lugar ya que hasta la servidumbre luce pulcra y elegante.

Utilizó un vestido en tono verde esmeralda frío, ceñido en mis pechos, es largo y holgado permitiendo que mi panza sea libre debajo de este. Me miro al espejo y cada día más luzco como una ballena.

Trenzó mis mechones largos en una trenza que llega hasta más abajo de mi cintura. Me aplico brillo en los labios, peino mis pestañas y acomodo el diamante entre mis dedos, ese que cada vez que alguien que no me conoce lo ve baja la mirada, y los plebeyos admiran. 

Salgo de la habitación no sin antes rociar en mi cuerpo el perfume de vainilla que uso desde que tengo memoria.

Salgo de mis aposentos siendo escoltada por una mucama y una cazadora; por lo que me contó Gabriel, los cazadores son un grupo organizado, parte de la Alerca pero independiente en sí, obedecen a su líder (Gabriel) y protegen la hermandad.

Gabriel me asignó una cazadora, es silenciosa y siempre trae una capa roja con grandes botones que cubren su aspecto, su rostro casi no se detalla, pero se pueden detonar los rasgos egipcios en ella.

Perdición [+21] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora