CAPITULO 48: Nuestro vuelo alzar

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En el castillo, Enrique fue encerrado en el calabozo, un lugar que está abajo del castillo. Las paredes son de piedra, al igual que el piso. Hay antorchas que ilumina el lugar y dos celdas, con barrotes de acero. Todos los prisioneros que han pisado este lugar, siempre son condenados a muerte; nunca los dejan vivir, a menos que alguien los deje salir y otorgarles el perdón.

Hay dos guardias vigilando el lugar y Enrique está parado, viendo quién podría entrar y quién no.

No espero que esto se le saliera de las manos, todavía está herido, por la flecha que Rosalinda le clavo en la espalda. El dolor punzante es horrible y no puede evitar quejarse, así como soltar pequeños gemidos. Le cuesta respirar y todo lo que quiere, es salir de aquí y poder curarse.

Se aguanta el dolor y es ahí cuando la puerta se abre. Oye los pasos resonar y Enrique se queda quieto en su lugar, esperando y aguardando cualquier cosa o a quién sea.

Ve a la reina acercarse a su celda, Angélica lo mira, sin una pizca de emoción en su rostro. Enrique al verla, traga de saliva, sabe muy bien que la reina jamás lo va a perdonar por lo que hizo.

Porque hay algo que no sabe y es que Angélica no es de la que perdona una traición como está. Ella lo mira con aberración y todo lo que quiere, es matarlo con sus propias manos. Puede que haya desconfiado de Rosalinda, pero sus dudas sobre él, hicieron que tomara la mejor decisión y ahora, no sabe que hacer con él.

— Puedo explicarlo — Enrique habla, tratando de remediar lo que hizo.

Angélica se mantiene serena, ha aprendido a controlar sus emociones, aprendió muy bien de Ernesto. Lo mira sería y ya no le cree, todo fue un engaño, una manipulación, una forma de tomar la corona y hacer de su reino, un infierno. Eso por supuesto, no lo va a permitir, no mientras ella siga siendo la reina.

—¿Qué buscabas a cambio? — le cuestiona, mirándolo fijamente.

Enrique traga saliva — Yo acepte esto, porque siempre he querido ser rey.

—¿Y por eso secuestraste a mi hija?

— Eso fue una equivocación.

Angélica se enfurece — ¡Eres un vil bastardo!

—¡Hice lo que pude! — grita.

Angélica lo toma de su camisa y lo jala hacia ella, con demasiada brusquedad — ¿Por qué secuestraste a mi hija? — pregunta con delicadeza, pero con veneno en su voz.

Enrique la mira y se queda callado — Yo confíe en ti — lo suelta —, di toda mi confianza, para que... pero solo querías la corona, ¿No es así?

— Yo sí quería casarme con su hija — dice.

— No, tú querías ser el rey, como sea y eso... lo que hiciste fue traicionar al reino. Así que no hay justificación para tus actos.

Enrique la mira y aparta la mirada — Aún no se lo que haré contigo, pero está claro, que no saldrás por un buen tiempo — dice Angélica.

— ¿Vas a matarme?

No le tiene miedo a la muerte, su madre siempre le ha dicho, que la muerte es... solo un consuelo, para buscar la paz. Así que si muere, sabe que estará en paz consigo mismo, el resto no le importa.

— Eso no lo decido yo, lo decide el consejo real — le comenta.

Enrique comprende, el consejo real fue el primero que lo escogió como pretendiente para la princesa. Ahora, ellos decidirán si él muere o no, lo cual espera que no sea el caso, aunque lo duda en este momento.

— Los reyes del este, ya saben lo que hiciste, les envié una carta.

— No me interesa — Enrique se mantiene sereno, mostrando que no le importa, pero sí lo hace en el fondo.

PRINCESA GUERRERA  [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora